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PENDIENTES DE REDEFINIR EL CONCEPTO 'DIAMANTES DE SANGRE'

Kimberley abre su Asamblea general  con la mirada puesta en la presidencia de China durante 2014

Sudáfrica acoge el X aniversario de este Organismo, que sigue pendiente de redefinir su papel como regulador

jueves 29 de octubre de 2015, 11:35h

El Proceso Kimberley nació en Sudáfrica en el año 2000, impulsado por las presiones internacionales sobre la financiación de conflictos en Angola, Congo, Liberia y Sierra Leona, como mecanismo internacional para regular el comercio ilegal de diamantes. Según estimaciones de la ONU y las ONGs presentes en la zona, entre un 4% y un 15% de los diamantes extraídos a finales de los años 90 financiaba a grupos armados en aquellos países; de ahí la denominación de 'diamantes de sangre'.

Kimberley abre su Asamblea general  con la mirada puesta en la presidencia de China durante 2014

El Gobierno sudafricano convocó en la ciudad de Kimberley la primera reunión, respaldada por la resolución 55/56 (Diciembre de 2000) de Naciones Unidas, a la que se sumaron gobiernos de todos los continentes, así como ONGs, miembros de la industria, lobbies y otros organismos observadores, aunque no todos con voto. Tras dos años y medio de negociaciones se acuñó el nombre de 'diamantes de conflicto' y se creó un sistema de certificación que excluyera del mercado a los producidos en zonas con violencia armada. 

A día de hoy son 88 países, que representan el 99% de la producción y el comercio mundial, los que se han sumado a una entidad que, curiosamente, no tiene sede fija, ni oficinas, ni mecanismos propios para aplicar sanciones. Su sistema de gobierno es rotativo. Cada año un país miembro asume su presidencia y las decisiones se toman por unanimidad. Un sólo 'no' en las votaciones puede echar atrás una resolución. 

Han pasado 10 diez años de esta iniciativa y los conflictos armados 'tradicionales' en África han desaparecido en la mayoría de países, pero han evolucionado en otros. La situación geopolítica y los conceptos de violencia han cambiado, y por este motivo la presidencia norteamericana del Proceso Kimberley (PK) en 2012 propuso la reformulación de los supuestos en los que debe actuar este organismo vigilante. Y el primer cambio comienza por la propia definición de conflicto.

Algunos entienden que los regímenes dictatoriales que aún se mantienen en los países productores son ya motivo de 'conflicto' y, para otros, incluso las condiciones de trabajo (infrahumanas en algunos casos) deberían generar sanciones. En definitiva, el planteamiento es ampliar esa definición hacia un espectro que cubra los 'Derechos Humanos', tal y como se reconocen en la Carta de la ONU.

También están por revisar otras cuestiones de carácter político y social, como la dependencia de los países exportadores hacia los más industrializados, la protección de la minería tradicional, o el distanciamiento del cliente final de los problemas éticos asociados a este tipo de diamantes, en favor de su precio, que también es uno de los objetivos de la institución: aportar al público final información, transparencia y concienciar sobre la necesidad de controlar el origen ético de los diamantes.

Pero esa renovación se ha mantenido latente durante el turno de presidencia de Sudáfrica a lo largo de este año y no se esperan grandes conclusiones en el Pleno que el organismo celebra del 19 al 22 de este mes, en Kimberley.

China, actor global

Por eso todos miran a China. Y a su papel como presidente del PK durante 2014. Esta es una de las cuestiones más peliagudas para el país asiático, dados los importantes intereses económicos que este país tiene actualmente en África: en minería, agricultura, e infraestructuras, entre otros.

Muchos aplauden la entrada de China como una alternativa a los tradicionales intereses occidentales y porque no tiene por costumbre inmiscuirse en los problemas internos del país, sea democracia o dictadura. Pero no todos la ven con buenos ojos, ya que la costumbre del país asiático es llevar, junto a la inversión, a sus propios gestores y gerentes, además de aplicar unas condiciones similares a las que se encuentran en algunas factorías del gigante asiático, y que distan mucho de ser las más 'humanas'. Precisamente el pasado mes de junio se levantó una revuelta en una mina de cobre en Zambia debido a las pésimas condiciones de los empleados, con jornadas de hasta 18 horas, según la ONG Human Rights Watch (HRW).

Este papel de mirar hacia otro lado o impulsar reformas estructurales es lo que esperan algunos de los principales miembros de Kimberley, como refleja en un artículo Brad Brooks-Rubin, asesor de Estados Unidos en el Proceso. Si China muestra su apoyo a unas reformas que desarrollen esos objetivos, podría demostrar su "responsabilidad" en sus actividades en África y en el resto de países del globo. Si no da esos pasos, entonces esa expectativa de 'acercamiento' se verá defraudada. Y con ella su papel como actor global de este siglo.