¿Diamantes en Sevilla? Pues sí. Y aunque geológicamente no es un misterio que la capital andaluza no cuenta con yacimientos de estas preciadas piedras, desde hace casi dos décadas la firma IrisGem produce en la localidad sevillana de Carmona diamantes sintéticos de calidad gema con el método HPHT (Alta Presión y Alta Temperatura).
Efectivamente se trata de auténticos diamantes fabricados en un laboratorio y además los hacen a la carta, a partir de elementos orgánicos como pelo, uñas, flores, césped y hasta del cordón umbilical de un recién nacido, si es necesario, tal y como nos explica el director comercial de la firma, Pablo Reyes.
Preparacion de las cápsulas de carbono puro, elaborado a partir de elementos orgánicos, antes de introducirlas en las prensas de HPHT.
Hace unas semanas la redacción de GOLD&TIME tuvo la oportunidad, junto a representantes del Instituto Gemológico Español, la Universidad de Zaragoza y Lozano Gemólogos, de visitar su planta de producción en Carmona para comprobar de primera mano el proceso de producción de estas gemas. Allí cuentan con varias prensas de alta presión y temperatura, además de un laboratorio de preparacion de las muestras biológicas enviadas por sus clientes.
Eso sí, aunque estos diamantes se comercializan como ‘biológicos’ en base al origen orgánico de su composición, desde GOLD&TIME tenemos que denominarlos sintéticos o creados en laboratorio mediante el método HPHT, acorde a la nomenclatura internacional (CIBJO, ISO y FTC), a falta de una normativa específica europea.
Piezas de carburo de wolframio en forma de octaedro –que actúan a modo de escudo protector de la cápsula-- encargadas de proteger la cápsula con el carbono.
Un proceso complejo
Una vez preparada la cápsula de carbono puro extraído de las muestras biológicas el compuesto se somete una temperatura de 1.500 grados y 40.000 atmósferas de presión. Es entonces cuando las prensas obran el ‘milagro’ de convertirlo en un auténtico diamante, con las mismas características físicas, químicas y ópticas que los naturales, aunque en este caso producido gracias a la tecnología y a la mano del hombre.
El proceso tarda entre tres y quince días, en función del tamaño deseado del diamante y la preparación es laboriosa. Una vez cerrada la cápsula se introduce en un pequeño habitáculo en el interior de la prensa. El cubo se enmarca entre piezas de carburo de wolframio en forma de ocaedro que forman una pirámide protectora –que actúa a modo de escudo de la cápsula-- y a partir de ahí se pone en marcha durante días (desde tres a quince, en función del tamaño requerido), sometiéndolo a altas temperaturas y presiones.
El diamante en bruto resultante es un brown pero a través de un tratamiento posterior, también de alta presión y temperatura, se consiguen diamantes incoloros, y también de color verde, azul o rojo, aunque estos procesos se realizan también a posteriori. Lo precios de las piezas acabadas oscilan entre los 700 y los 6.000 euros, siendo los más caros son los azules y rojos, y los más económicos los marrones.
Colocación de los octaedros en el autoclave y sellado de la cápsula que actúa de 'semilla' del diamante.
Los orígenes de la empresa
La firma Irisgem fue constituida en el año 2001 por un grupo de inversores locales, a través de la sociedad Grupo Tecnológica, con financiación propia y del Instituto Andaluz de Tecnología y otras entidades públicas como el Ministerio de Industria, ya que se trataba de una empresa con un alto componente de innovación. El objetivo de la sociedad era fabricar diamantes con fines industriales y científicos.
Posteriormente Irisgem (bajo la denominación de Instituto de Monocristales) fue adquirida por la familia Raventós, propietaria de la firma Cordorníu, y desde ahí comenzaron a focalizar su producción hacia el sector joyero aunque después de varios años y millones de euros invertidos, a mediados de 2018 decidieron salir de su accionariado y venderla a varios inversores internacionales agrupado en la sociedad Terzo Inversores.