Las dimensiones arquitectónicas del complejo y la riqueza decorativa de las salas abiertas al público dan fe de la magnificencia que otrora albergó el Palacio de Topkapi, la sede imperial del poder otomano, en Estambul. Entre los tesoros que pueden visitarse hoy día, el más interesante para los amantes de las máquinas del tiempo es la colección permanente de 200 relojes, fruto de regalos y adquisiciones que los gobernantes turcos reunieron desde los siglos XVII al XIX.
Precisamente este mes se cumple un año de la apertura al público de esa particular muestra en la que podemos encontrar extraordinarios ejemplos de la relojería turca de la época, así como mecanismos ––los más precisos y lujosos de su tiempo–– procedentes de Alemania, Suiza, Austria, Francia o Inglaterra.
Los relojes turcos expuestos datan del siglo XVII y son finos ejemplos de la calidad artesana del periodo, aunque se tiene constancia de que la capital otomana ya contaba con maestros relojeros (y constructores de aparatos relacionados con la navegación) ya en los siglos XV y XVI.
Los actuales proceden de maestros como Bulugat, Sahin Usta, Abdurrahman y Mustafa Aksarayi, que trabajaron en torno al 1600. Un reloj de mesa, de movimiento horizontal y fabricado en plata, de dos de estos artesanos es la 'joya' de la colección. Otra de las piezas interesantes es un reloj de bolsillo de finales del XVII, fabricado por Seyh Dede, que sorprende por su calendario. Las piezas del siglo XVIII se vieron influenciadas por la relojería británica, sobre todo en su aspecto exterior, como puede verse en ; artesanos como Zihni, Ibrahim y Osman.
Y más tarde también por la francesa; de hecho, el maestro Ahmet Dede fue enviado a París en el siglo XIX para aprender las técnicas de los artesanos galos. Actualmente sólo hay una pieza de Dede entre la colección. Lo más característico de este periodo en la relojería turca son los relojes de mesa esqueletizados con una base tipo 'inglesa', que se popularizaron a lo largo del XIX.
Relojes alemanes y austríacos
La pieza alemana más antigua de la colección es un reloj de péndulo del siglo XVI. La mayoría de las máquinas alemanas presentes son de mesa o de pared como el Renaissance; una pieza absolutamente contemporánea con caja musical o el Black Forest, un reloj de mesa encastrado en una elegante caja de madera oscura. Este último fue un regalo del emperador Guillermo II al sultán Abdulhamid II, en el siglo XIX.
La colección cuenta también con piezas procedentes del Imperio Austro Húngaro. Se sabe que el emperador Rodolfo II envió un reloj automático al sultán Murda III en torno al año 1750, aunque la pieza más antigua del museo corresponde a 1720. Es un reloj de mesa con caja de oro y gemas firmado por ; Joseph Dershinger. Los siguientes son del siglo XIX, como otro reloj en miniatura, hecho en plata y otros dos también de mesa, con mecanismo musical, fabricados en Viena.
Relojes británicos
El más moderno data del siglo XVII; es un reloj de mesa con caja en forma de tulipán, aunque se sabe que a la corte llegaron otros relojes con anterioridad. De hecho, consta que la reina Isabel Ie hizo llegar uno a su homónimo turco en 1583.
Los artesanos británicos produjeron a lo largo del siglo XVIII una amplia variedad de relojes musicales y también marcaron tendencia las cajas fabricadas en caparazón de tortuga. Un material muy del gusto otomano, que solía decorar muebles, puertas y ventanas con incrustaciones de este material. Para 'captar' a este mercado, los británicos también usaron numeración arábica en lugar de la habitual romana.
Uno de los ejemplos más notables presentes es un gran reloj de pared del siglo XIX. Un mecanismo con órgano musical y repique de horas, con numeración arábiga y decorado con voluptuosas incrustaciones de madreperla. También hay varios modelos firmados por la manufactura Markwich-Markham Borrel que destacan por la riqueza de sus incrustaciones en plata y piedras preciosas, de la misma centuria.
Relojería suiza
Los relojes suizos entraron en la colección de los sultanes a partir del siglo XIX cuando la influencia británica comienza a declinar en favor de las manufacturas alpinas. La mayoría de la colección son relojes de bolsillo. Un par de ellos están provistos de tapa protectora en la que aparecen retratados dos sultanes de la época, del siglo XIX. También pueden verse mecanismos decorados con esmaltes y, entre las curiosidades, destacan dos relojes-pistola firmados por los hermanos Rochat, de La Chaux de Fonds.
Por su parte, la primera muestra de relojería francesa data del año 1675, con un reloj de mesa fabricado en París por De Baufre. Una de las joyas de la colección es un reloj de siete péndulos simpáticos fabricado por Breguet y que tuvo un importante éxito entre los palacios europeos de la época. Fue Napoleón Bonaparte quien le hizo llegar al sultán Mahmud II uno en el que aparecen escenas del Bósforo y el Cuerno de Oro.
*El artículo completo, en el Periódico Gold&Time del mes de junio