La instalación de corte y pulido de André Messika es un ejemplo de cómo los diamantes pueden hacer el bien y enriquecer las vidas de quienes participan en su viaje desde el bruto hasta las joyerías. En su centro de corte de diamantes de Windhoek, Namibia, algunos de los ciudadanos más desfavorecidos están configurando una carrera profesional por sí mismos, en un lugar ya de por sí con serios problemas de empleo aunque se trate de uno de los países con más renta per cápita de toda África.
En 2009 decidieron concentrarse en emplear a personas discapacitadas y empezaron por contratar a un especialista en lenguaje de señas a quien capacitaron para cortar y pulir diamantes. En 2011, los primeros reclutas con discapacidad auditiva se unieron y fueron capacitados por el especialista en lenguaje de señas. La fábrica, que trabaja pulido de menos de 1 quilate, emplea aproximadamente a 50 personas. De estos 28 tienen problemas de audición; otros ocho, que trabajan en las ruedas de pulido de la operación, están en silla de ruedas.
“Lo que es bueno para la sociedad también resulta ser bueno para los negocios. Los jóvenes compradores de joyas de hoy quieren saber de dónde vino su diamante y estar seguros de que, en su camino desde la mina hasta su mano, dejó un rastro positivo a su paso” asegura Messika, un conocido proveedor de diamantes pulidos que entró en el capital de esta empresa en 2019 dando acceso directo al suministro bruto de De Beers por primera vez.