Máquinas

En cualquier taller podemos encontrar máquinas de varios tipos, viejos artilugios que llevan décadas funcionando, hechos antes de que ni sospechábamos lo que era la obsolescencia programada, fabricadas para durar mucho, cuidadas con mimo y cuya inversión se amortizó enseguida y siguen generando beneficios, inventos modernos con prestaciones alucinantes y otras que por el contrario no rindieron lo que se esperaba, la típica que nos ha colocado en una feria un comercial habilidoso en un calentón de euforia emprendedora y en cuanto la pusimos en marcha in situ vimos desencantados que no cumplía las expectativas dando más quebraderos de cabeza que soluciones y a la postre fue relegada a un rincón o al trastero donde sigue oxidándose en una triste inactividad.

He conocido operarios que al jubilarse quisieron quedarse con algún recuerdo, algo sencillo, por ejemplo unas tenacillasviejas y llenas de mataduras, con esa pátina que adquieren los objetos que llevan años de uso cotidiano, pero que se adaptaban a su mano como un guante, porque a veces a los objetos también se les coge cariño, sobre todo cuando se ha amado el oficio y nos sentimos orgullosos de la labor realizada. Me entristece cuando un taller se desmantela y las máquinas se las lleva una empresa de chatarra por cuatro perras paraque terminen en un amasijo de hierros.

Al igual que El cementerio de los libros olvidados inventado por Carlos Ruiz Zafón en su magnífica saga de novelas debería existir un cementerio de las herramientas olvidadas, un lugar mágico, accesible sólo a unos pocos iniciados, donde un viejo joyero se encargara de mantener limpias y engrasadas las máquinas, aparatos y útiles que un día nos acompañaron en nuestra profesión.

Enrique Orozco es gemólogo y vocal de Comunicación de la Asociación Española de Tasadores de Alhajas.