Otras profesiones liberales gozan de la misma consideración, uno sabe que la provisión de fondos va a ser necesaria antes de que le muevan un papel. Precisamente una de las claves está en que haya o no papeles de por medio.
La experiencia nos dice que cuando le planteamos a un cliente que nos trae unas joyitas para tasar el proceso por el cual relacionaremos, analizaremos y elaboraremos un informe sus neuronas procesan los términos “análisis e informe” y lo conectan rápidamente con minuta, factura, honorarios… pasta en definitiva y entran en modo pánico.
De ahí que una respuesta usual sea: - ¡No! yo no quiero análisis ni informe yo lo que quiero es saber si son buenas y lo que valen, sobre poco más o menos. En otras palabras: sin cobrarme.
En cierto modo es comprensible si tenemos en cuenta que las casas de compraventa se han encargado de machacar con enormes letreros ofreciendo “MÁXIMA TASACIÓN” cuando dan simplemente una cifra que sólo implica una oferta de compra, lógicamente sin cobrar por ello y eso nada tiene que ver con una tasación. Pero va calando en la gente y luego se extrañan y te dicen: -¡Ah! Entonces… ¿usted cobra por esto?
Y otros casos derivados del mismo equívoco, el que nos pregunta si pagar por el informe implica que luego le vamos a comprar las joyas por el valor tasado, o incluso el que se preocupa por saber si le vamos a cobrar si al final resulta que la alhaja es falsa.
Sería interesante introducir en los cursos de Tasador de Alhajas una asignatura de ascetismo y vida frugal.