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VISITA DE AETA AL MUSEO DEL PRADO

La Asociación Española de Tasadores de Alhajas (AETA) en colaboración con la Asociación Cultural de Amigos de las Joyas y Alhajas (ACAJA) organizaron una visita para socios y alumnos al Tesoro del Delfín del Museo Nacional del Prado.
La Asociación Española de Tasadores de Alhajas (AETA) en colaboración con la Asociación Cultural de Amigos de las Joyas y Alhajas (ACAJA) organizaron una visita para socios y alumnos al Tesoro del Delfín del Museo Nacional del Prado.

Prestigio, fasto y poder dinástico en el Tesoro del Delfín que se conserva en los sótanos del Museo del Prado

Botín de las tropas francesas en 1813, se devolvió dos años después aunque con pérdidas y mutilaciones

jueves 29 de octubre de 2015, 11:35h
Catálogo del Tesoro.
Catálogo del Tesoro.

La profesora de Gemología Carolina Naya analiza en este artículo el Tesoro del Delfín, que se custodia en el Museo del Prado desde 1839. Se trata de 140 piezas que Luis XIV legó a su nieto Felipe V, el primer borbón español, con el objeto quizá, de que fueran el germen de un gran tesoro dinástico en España, y que los socios y alumnos de AETA pudieron estudiar en una visita.

Las piezas, -fundamentalmente objetos de decoración-, están conformadas por “piedras duras”, nombre que deriva posiblemente del trabajo de embutido o taracea para el mobiliario florentino, y de guarniciones de materiales preciosos, fundamentalmente oro y plata dorada, que en ocasiones se esmalta o adorna con engastes de gemas preciosas.

Un cúmulo de vicisitudes han acontecido a las piezas españolas, inevitablemente hermanadas con el resto de alhajas francesas, que fueron estudiadas por el hoy ya jubilado conservador Jefe del Departamento de Artes Decorativas del Museo del Louvre, M. Daniel Alcouffe. Botín de guerra de las tropas francesas en 1813, las alhajas son devueltas dos años después, a pesar de que algunas de ellas sufrirán pérdidas y mutilaciones.

Casi un siglo más tarde, su valor crematístico vuelve a lastrarlas, cuando un empleado del Museo sustrajo algunos vasos, así como detalles de los mismos o guarniciones. Sin embargo, hoy podemos contemplar las Alhajas del Delfín gracias a que no fueron a parar al lugar al que estaban destinadas, el alcázar madrileño, pues habrían desaparecido en su incendio de 1755.

En el siglo XX se realizan varios inventarios de la colección española, además del trabajo monográfico de Diego Angulo Íñiguez, gran estudioso de la platería sevillana. La investigación del que fue en los años 60 director del Museo del Prado, se reedita en varias ocasiones, ocupándose de las piezas que en la actualidad se conservan y preparando el camino para Letizia Arbeteta, que en 2001 dedicara su tesis doctoral a la colección. La conservadora refunde las investigaciones anteriores reuniendo todas las fuentes bibliográficas y documentales, ocupándose no sólo de lo que se custodia en la actualidad en el Prado, sino del legado completo que llegó a España.

De cualquier forma, debemos partir de una serie de premisas a la hora de abordar el análisis de esta colección: por un lado, se debe valorar la ejecución técnica de la industria de la lapidación milanesa en los S. XVI y XVII y la maestría de los diferentes talleres de cristallari e intagliatore; por otro, -y en sintonía con Carlos III que destinó estas piezas al Real Gabinete de Historia Natural-, el valor de la rareza y belleza de los materiales gemológicos de estas piezas, que conforman un conjunto único y excepcional en España; y por último, el valor artístico de las mismas, la manufactura y pericia artesanal de los orfebres, que a través de sus diseños y guarniciones, conforman estas creaciones como únicas, pequeñas alegorías que unifican simbolismos, temas mitológicos y profanos, a través del prestigio, el fasto y el poder.

Sin más, una fabulosa visita para un fabuloso conjunto, que merece una nueva propuesta museográfica, menos estética y más científica, acorde a los discursos de la especialización. Todo ello, para reconstruir la verdadera esencia de una colección en la que confluyen la revolución científica y el nacimiento del lujo, el afán de coleccionismo y la relación entre Jean-Baptiste Tavernier, el Cardenal Mazarino y Luis XIV y que, por motivos dinásticos se custodia en los sótanos del Museo del Prado.


Carolina Naya Franco es profesora de Gemología del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza y profesora de Historia de la Joyería de la Asociación Española de Tasadores de Alhajas (AETA).