Como miembro de la alta sociedad americana, utilizó su fortuna en obras benéficas, adquiriendo al tiempo obras de arte y joyas. Actualmente se pueden apreciar en Hillwood ––una de sus antiguas residencias convertida en museo–– piezas de Fabergé, porcelana de Sèvres y tapices así como parte de su colección de trajes de fiesta y accesorios.
En cuanto a las joyas, compró históricas piezas como la diadema ––originalmente con esmeraldas y actualmente con turquesas–– y el collar de brillantes que pertenecieron a la emperatriz María Luisa, segunda esposa de Napoleón Bonaparte.
La empresaria y filántropa también cedió al Instituto Smithsonian de Washington DC unos pendientes de diamantes que pertenecieron a la Reina María Antonieta de Francia y el diamante azul El corazón de la Eternidad con 30,82 quilates.
La extensa colección de joyas involucró a los más prestigiosos joyeros que crearon excepcionales piezas para ella. Es una de ellas el broche creado por Cartier en 1923, realizado en platino, posee una pieza central engarzada en brillantes y esmeraldas facetadas.
Posee cinco colgantes de esmeraldas en talla perilla, algunas de ellas talladas en glíptica, como las piezas centrales. La joya, que fue modificada por la propietaria en 1928 constituye una de las más perfectas expresiones de arte y técnica.
Gustavo Marinaro es Diseñador de joyas | www.marinarojoyasunicas.com