El primero es la tasa de interés del dólar estadounidense, que tradicionalmente se cree afecta de forma opuesta al precio del metal. ¿O no? Cualquier persona que analice el histórico del precio del oro y de las tasas de interés observa que no guardan correlación directa. De hecho, durante la mayor parte de la era Obama estas se han mantenido prácticamente a cero, mientras que el precio del oro sí que ha mostrado una elevada fluctuación.
En segundo lugar se sitúa la fortaleza del dólar frente al resto de monedas. Cuanto más fuerte es su ‘billete verde’, más oro puede comprar, lo que lleva a precios más bajos del metal. Ahora el dólar está fuerte, pero que se mantenga dependerá de que la confianza dejada por las elecciones presidenciales tenga poder de permanencia.
Tercer factor: La demanda de Oro. Según el Consejo Mundial del Oro la demanda para joyería se ha reducido globalmente en un 15% y la de los Bancos Centrales el 33%. La única que subió con fuerza fue la especulativa de los fondos de inversión (+70%). Y aunque las previsiones para este año siguen al alza, no está claro que tenga un efecto determinante sobre los precios.
En cuarto lugar se sitúa la confianza de los inversores. Los principales índices bursátiles del mundo se han disparado en los últimos meses, arrastrados en gran medida por la euforia estadounidense. Pero la confianza es un valor frágil que puede verse fácilmente arrastrada por causas ajenas a la economía.
Como último factor se encuentra el recurso del oro como valor refugio. En 2016 su precio se disparó tras el ‘Si’ británico al brexit, pero luego cayó a mínimos del año con la victoria de Donald Trump. ¿Habrá motivos para volver a este refugio en 2017? Los analistas sugieren que no los habrá. Pero si sabemos algo cierto acerca de los mercados es que siempre resultan impredecibles.
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