Así se desarrollaron los hechos que hace unos meses se iniciaron tras la denuncia de un arqueólogo cordobés después de haber visto a través de las redes sociales unas piezas de estilo andalusí, supuestamente originales, que trataban de venderes al mejor postor.
El especialista se puso en contacto con el Grupo de Investigación de Patrimonio Histórico de Córdoba y las pesquisas condujeron hasta un vecino de la localidad cordobesa de Baena, quien finalmente ‘cantó’ y admitió que las 623 piezas encontradas en su almacén las había hallado ‘casualmente’ en una finca llamada La Amarguilla.

De las 623 piezas datadas del siglo X, el periodo álgido del Califato de Córdoba, las más relevantes son 98 piezas de oro, plata y plata, algunas de ellas bellamente elaboradas con la técnica de la filigrana; 14 cuentas de piedras duras (cuarzo y cristal de roca), 4 cuentas cilíndricas de coral rosa, 31 cuentas cilíndricas de pasta de vidrio de distintos colores y 476 aljófares.
“La magnitud de estas cifras da idea por sí sola de la importancia del tesorillo. Su abundancia, además, es pareja a la calidad y buen estado en general de las joyas que han sido sometidas a un exhaustivo proceso de limpieza” nos explican desde la entidad.

La desintegración del Califato Omeya a finales del siglo XI habría sido la causa de la desaparición de estas piezas durante casi diez siglos. "Sus propietarios debieron esconderlas a buen recaudo teniendo en cuenta la inestabilidad política del momento" cuentan desde el Museo y algo debió ocurrir, nunca se sabrá, para que las piezas cayeran en el olvido y sólo fuesen encontradas mil años después por un lugareño en la citada finca.
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