Hoy arrancamos con una de esas narraciones, firmada por el gemólogo John Pollard, que nos cuenta lo que considera el "primer fraude con diamantes sintéticos de la historia".
Por John Pollard | Esta historia comienza recién iniciado el siglo XX, en enero de 1905, cuando el poco fiable francés Henri Lemoine se encuentra en Londres con el comerciante de diamantes Henry Feldenheimer, al que muestra varios diamantes. El diamantero se sorprende por la calidad de las piedras pero aún será mayor su sorpresa cuando Lemoine le asegura que no se trata de diamantes auténticos, sino de imitaciones fabricadas por él mismo.
Pero hagamos un inciso para conocer un poco más sobre el sujeto: Aunque Lemoine es hijo de una familia adinerada -su padre fue cónsul de Francia en Trieste- comenzó muy pronto su carrera delictiva. A los 15 años ya vendía acciones de empresas inexistentes y tras ser expulsado de su casa se ganó la vida timando a turistas y actuando en ferias como ilusionista. Justo antes de su encuentro con el diamantero acababa de salir de prisión.
Estuche con los supuestos diamantes que Lemoine entregó por primera vez al diamantero londinense Julius Werhner. Imagen:www.loucrup65.fr
Primer encuentro con De Beers
Tras ver las ‘imitaciones’ el comerciante de diamantes se reúne con Julius Werhner, representante del entonces monopolio De Beers, y le advierte de los diamantes fabricados por este supuesto químico francés. “No debe convertirse ni en un rumor o el mercado de los diamantes se arruinará” coinciden ambos. Antes de decidir nada, el comerciante junto con Werhner y otros tres asociados (incluido Francis Oates, administrador de De Beers) se reúnen con Lemoine para presenciar la fabricación.
Los cinco hombres se reúnen en una casa de París que hace las veces de laboratorio. Lemoine pone un poco de polvo en una taza, lo mete al horno y lo saca media hora después entre un humo impresionante y un gran estruendo. Todos quedan asombrados: "¡Un diamante, uno grande!".
El supuesto químico repite con éxito el proceso y otros diamantes salen del horno: “¡Increíble! ¡Verdaderamente asombroso!" exclaman los presentes. Viendo la facilidad con que se producían las gemas, los representantes de De Beers se apresuraron a ofrecer 10.000 libras esterlinas para hacer desaparecer la fórmula aunque Lemoine se niega en un principio. Su idea original era más ambiciosa: Primero emitiría una nota a los medios comunicando su hallazgo y previendo el desplome de De Beers en Bolsa, se apresuraría a comprar miles de acciones antes de anunciar que sus experimentos no eran tan productivos como en un principio parecía.
Pero el plan fracasó al no encontrar liquidez para comprar un número significativo de acciones en el gigante minero, así que aceptó la oferta de 10.000 libras y acordó con De Beers poner la fórmula a buen recaudo en la caja fuerte de un banco, con la condición de que nadie pueda verla de por vida.
A la izquierda retrato de Lemoine. A la derecha, la supuesta planta de fabricación de diamantes de uso industrial con la que el estafador pretendía seguir engañando a De Beers. Imagen:www.loucrup65.fr
Nueva propuesta aún más rocambolesca
Pero Lemoine es ambicioso y ante la ‘credulidad’ de De Beers les propone la fabricación de diamantes sintéticos para uso industrial. Los representantes de la minera caen de nuevo en el cebo y depositan un millón de francos a nombre de Lemoine para poner en marcha una planta de producción en la localidad francesa de Argelès. Poco después De Beers recibe planos y fotos de la fábrica a través de un abogado intermediario.
Los representantes de la minera quedan satisfechos y al parecer siguieron financiando durante un tiempo la actividad de Lemoine hasta que uno de ellos, Francis Oates, el administrador de De Beers que asistió a los experimentos, sospecha un engaño.
Así que emprende un viaje junto a Werhner para visitar la fábrica de diamantes pero cuando los dos hombres llegan a Argelès, los habitantes no pueden proporcionarles información de dónde está el edificio. En la gendarmería local muestran fotos de la fábrica y allí descubren que el edificio de las fotos no está allí, sino en un pueblo cercano y además no es ninguna fábrica sino una central eléctrica que suministra electricidad a todos los pueblos de los alrededores.
Uno de las decenas de artículos que ocuparon las portadas de la prensa francesa. A la derecha, Lemoine (izquierda) junto a uno de los representantes de De Beers durante el juicio. Imagen:www.loucrup65.fr
Elevado a héroe nacional
Los estafados regresan a París y presentan una denuncia que conducirá a Lemoine ante la justicia en 1909. Es entonces cuando el asunto salta a los medios y el estafador acaba convirtiéndose en una especie de héroe por burlar a una gran multinacional y además británica. Todo un ‘mérito’ para la grandeur francesa que en aquella época aún competía con el Reino Unido por el predominio colonial global.
La ‘investigación exhaustiva’ concluyó sin resolver el misterio del dinero y las sumas millonarias abonadas por De Beers nunca se encuentran. Para más inri, cuando la justicia francesa pide ver la fórmula secreta depositada en el banco se lee:
“Es muy difícil fabricar diamantes. Puedes probar cristalizando carbón, que debes someter al calor y presión deseados"
Por falta de pruebas el Tribunal considera que el caso no es una estafa y Lemoine es sentenciado a una pena de seis años por la extorsión pero a los pocos meses es liberado por buen comportamiento. Y es a partir de ahí cuando se pierde el rastro del sujeto y de los millones, aunque algunos suponen que inició una nueva vida en algún país de Sudamérica.
¿La moraleja? Si el laboratorio IGI hubiera existido en 1905, este fraude se habría detectado y detenido al sujeto. Por supuesto eso nos habría impedido leer esta entretenida historia, más de 100 años después. Así es la vida.
John Pollard es consultor educativo, experto en diamantes, laboratorios de clasificación y joyería en el Instituto Gemológico Internacional (IGI).