La excepcional gema era la pieza central de un broche que el multimillonario norteamericano regaló a su esposa en el año 1930. Tras su muerte, la esmeralda pasó como herencia a su hijo menor, que montó en un anillo, y el pasado viernes se llevó a subasta en la filial de Christie’s en Nueva York.
A partir de ahora la gema formará parte del museo que la firma joyera tiene en Nueva York y del que forman –o han formado parte-- parte otras piezas de excepción como el diamante Hope o el Jonker.