Y para detectar estas irregularidades, detrás del oropel y el esplendor que rezuma el encuentro, un pequeño 'ejército' de inspectores de la Federación Relojera Suiza (FHS) se encarga de trabajar con los agentes de aduanas helvéticos (sobre todo en los aeropuertos de Basilea y Zurich) para detectar en el aeropuerto las decenas de paquetes potencialmente sospechosos.
Su trabajo comienza una semana antes del gran evento, cuando comienzan a llegar los envíos procedentes de todo el mundo, con destino a Suiza. Allí revisan la mercancía y, en esta primera fase, los inspectores detectaron una veintena de piezas falsamente identificadas con el Swiss made. La segunda fase de esta tarea comienza unos días antes de que abra sus puertas BaselWorld.
A eso de las 6 de la mañana los puestos de aduanas se convierten en un hervidero con la llegada de los vuelos intercontinentales. En el interior del aeropuerto, una charla rápida entre los agentes y los inspectores sirve para aleccionar a los primerizos en la detección de esos 'uelos de 'alto riesgo'.
Los pasajeros comienzan a pasar: algunos regresan de vacaciones, otros van de visita a la ciudad y, el resto, son los asistentes a la feria.
Diez de ellos son los que interesan y sobre los que recaen las miradas de los funcionarios en los scanner del aeropuerto. Comienzan a aparecer relojes escondidos en el equipaje y finalmente salen a la luz más de 200 relojes irregulares: 73 fueron retenidos en la aduana; 114 destruidos y otros 5 confiscados por tratarse de copias de diferentes marcas.