En la primera década del siglo XXI se cruzaron dos fenómenos, a priori inconexos, que dieron pie a la actual situación de la minería del oro en buena parte de Iberoamérica: Los altos precios del metal aumentaron exponencialmente los beneficios de la minería, al tiempo que el Gobierno norteamericano declaraba la guerra al tráfico de drogas procedente de países como Colombia, México o Perú.