OPINIÓN | FERNANDO YANDIOLA
Bajan las aguas revueltas y, con la tormenta que se cierne sobre nuestras cabezas, ponemos la vista en las próximas festividades navideñas, y creemos que será mejor hacer un pequeño ejercicio de procrastinación, y aplazar a enero el examen de tantas malas noticias como nos amenazan. Y aferrarnos a las noticias alegres.