Emperadores como Trajano, Adriano, Antonino Pío, Lucio Vero y Marco Aurelio, conocidos como los 'cinco buenos emperadores', convirtieron ese momento en "la época más feliz de la historia de la humanidad", como diría, unos siglos después, el filósofo y escritor Nicolás Maquiavelo. Bajo su principado, las fronteras alcanzaron su máxima expansión, terminaron las guerras civiles, se construyeron edificios públicos, se centralizó y homogeneizó el imperio y la Pax romana se extendió por todo el territorio.
En este contexto nació y vivió la protagonista de nuestra historia de hoy: Crepereia Tryphaena.
Como sucede con casi todos los grandes hallazgos arqueológicos, el descubrimiento de la tumba de Crepereia, el 10 de mayo de 1889, causó muchísimo revuelo. En Roma se estaba excavando una zona, cerca del río Tíber, para construir lo que serían el futuro Palacio de Justicia y el puente de Umberto I, cuando los trabajadores descubrieron los sarcófagos de un hombre y de una mujer joven cuyas inscripciones funerarias los identificaban con Crepereius Euhodus y Crepereia Tryphaena.
El segundo ataúd, el de la chica, estaba intacto y contenía, además de los restos mortales de la niña, un rico ajuar funerario, entre el que se encontraron joyas de oro, gemas, objetos de tocador y una muñeca de marfil con piernas y brazos articulados. Todos estos elementos, unidos a la zona donde aparecieron los sepulcros, hicieron que los arqueólogos llegaran a la conclusión de que se trataba de una familia de ricos libertos, los Crepereii, que, muy probablemente, habían estado al servicio del emperador.
Crepereia Tryphaena tenía unos 18 años cuando falleció y, aunque el motivo de su muerte es desconocido, su rico ajuar nos cuenta una historia bastante triste, pues parece ser que la joven pereció justo el día antes de su boda.
Anillo dextrarum iunctio con jaspe rojo y corona de hojas de mirto
Entre las joyas encontradas había un anillo de oro, de diámetro reducido y que ella llevaba en el dedo anular, que tenía una cornalina engastada, en la que estaba grabado el nombre de Filetus. Parece ser que dicha joya era el anulus pronubus, es decir, la sortija que se entregaba para sellar un compromiso. En este caso, el joven Filetus se lo habría entregado a Crepereia siendo niños, de ahí el reducido tamaño de la alhaja.
Por otro lado, se encontró también una sortija con un jaspe rojo que llevaba grabada la dextrarum iunctio, un motivo iconográfico que muestra la unión de dos manos derechas y que aparece en numerosas representaciones artísticas de la época romana, siendo identificado, en muchos contextos, como un símbolo de la unión matrimonial.
Muñeca de marfil articulada y detalle del rostro, con los dos anillos que portaba y que estaban junto a la fallecida en el sarcófago.
Además, la niña había sido enterrada con una muñeca, lo que hizo pensar a los investigadores que había fallecido justo el día antes de su boda, sin haber tenido tiempo de donar sus juguetes a los dioses, en la ceremonia de "despedida de la infancia", pues, en la tradición romana, ese era el día en que las niñas ofrecían sus juguetes a la diosa Venus, simbolizando así su paso de solteras a casadas, de niñas a mujeres. El acto de entregar las muñecas a las diosas se encontraba ya en el mundo griego y, de hecho, la mayoría de estos juguetes que han llegado hasta nuestros días proceden de contextos funerarios, concretamente de tumbas infantiles.
Es importante señalar que, en este caso, la muñeca -que mide 23 cm- era un objeto de prestigio, pues su trabajo es muy delicado, con un rostro finamente esculpido, que parece casi un retrato. Como ya se ha mencionado, las extremidades de la misma estaban articuladas y, además, portaba dos anillos de oro, uno de ellos similar a los que usaban las matronas romanas para sus joyeros y el otro con dos aros unidos.
Broche y pendientes de oro.
Por su parte, la niña había sido enterrada llevando varias joyas: una corona de hojas de mirto, pendientes de oro y perlas y un collar, también de oro, con colgantes de berilo. Además, su túnica había estado sujeta con un broche que llevaba engastado un entalle de amatista. Otros objetos de su ajuar eran una rueca de ámbar, un espejo de plata, dos peines de marfil y un pequeño cofre también de marfil.
Así pues, posiblemente, Crepereia murió justo el día antes de casarse y se llevó con ella a la tumba los anillos que simbolizaban su amor por Filetus. Su relación quedó, de este modo, truncada mientras la Historia seguía avanzando impasible: en Roma se fortaleció el imperio, se construyeron nuevos monumentos y se pacificó el territorio. Era "la época más feliz de la historia de la humanidad", ¿a quién le iba a importar que el sepulcro de Crepereia, una mujer -y, además, liberta-, se fuera cubriendo de barro, polvo, arcilla y fuera quedando, poco a poco, relegado al olvido?
Elena Almirall Arnal es Gemóloga, Tasadora y doctora en Historia por la Universidad de Barcelona. Además acaba de estrenar su propia web dedicada a la formación y la cultura: www.todoesarte.com
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