Las gemas que llegaron al laboratorio de la entidad en California tenían el característico color verde azulado pesaban 1,91 y 1,92 quilates cada una y se parecían a esta costosa variedad de turmalina Paraiba, ya que llevaban hasta las inclusiones de cobre de esta gema.
Pero el análisis de las gemas mostró enseguida el fraude: El índice de refracción de 1,50 indicó que las piedras no eran tales, ya que el de esta gema se sitúa en el espectro de 1,616 – 1,650.
El examen al microscopio reveló también que cada prisma comprendía dos tipos diferentes de vidrio artificial fusionados y el resto de pruebas mostraron la presencia de cobre, que los fabricantes habían agregado en forma de finas láminas para imitar a las auténticas inclusiones.
“Las líneas de pulido que se ven en las superficies de ambos vidrios indican que estaban facetadas para parecerse a una piedra en bruto natural”. “Las inclusiones de cobre y el color verde azulado neón indicarían además que el fabricante tenía la intención de imitar la turmalina Paraiba" señalan los gemólogos de la GIA Amy Cooper, Heidi Breitzmann y Jamie Price, responsables de su detección.