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LA EDAD DEL PLATINO EN ESPAÑA (V y última PARTE)

La Edad del Platino en España: ¿Una historia de picaresca?

lunes 13 de julio de 2020, 06:00h
Con esta quinta y última entrega cerramos una serie de artículos históricos dedicados al descubrimiento y la llegada a España del platino, elaborado por los investigadores Fernando Gervilla Linares, L. Fermin Capitán-Vallvey y Javier García-Guinea para la Asociación Española de Tasadores de Alhajas y GOLD&TIME. Un riguroso trabajo académico de primer nivel que ciertamente ha despertado el interés de nuestros lectores:

En la última década del siglo XVIII, Joseph Louis Proust, primero desde 1785 en su puesto como profesor de química y metalurgia del Real Colegio de Artillería de Segovia, y luego desde 1799 en la Real Escuela de Química de Madrid, tuvo acceso a muestras de platina. El trabajo de Proust sobre la platina trató, fundamentalmente, de la forma en que se presenta, de su análisis y la forma más adecuada para su disolución y purificación.

Crisol de platino expuesto en el Museo de la Academia de Artillería de Segovia

Sus trabajos dieron como resultado el desarrollo de un nuevo método de purificación de platino basado en un tratamiento con agua regia seguido de reducción de la solución con hierro metálico y tratamiento del residuo resultante con ácido nítrico.

Durante su estancia en España y a pesar de los medios puestos a su disposición, Proust tuvo luchar con la ineficacia burocrática para lograr lo necesario para sus estudios. En 1797 solicita al Príncipe de la Paz, Manuel Godoy, que se le den 3 o 4 libras de platina de cada uno de los envíos que lleguen de Nueva Granada para separar el oro que trae y que estima entre 7 y 13 onzas por quintal. No se accede por el informe en contra de Joaquín Cabezas, director del Laboratorio de la Platina.

En 1800 le escribe a Miguel Cayetano Soler, Ministro de Hacienda, pidiendo platina: “Todos los Laboratorios de Química establecidos en Europa se hayan surtidos de crisoles y coperas de platina indispensables para varias operaciones de esta ciencia y este de S.M. no tiene uno solo de estos utensilios…”, lo que le vale una reprimenda: “Todos los Laboratorios de Química de Europa no han costado tanto como los dos que se han puesto a cargo de este Profesor. Todos los Laboratorios tienen su respectiva consignación y con esta compran cuanto necesitan para su servicio… Conviene hacer entender a Proust que no se da platina a nadie porque se necesita para el servicio de S.M.”.

Insiste Proust en la necesidad de disponer de crisoles de platino para poder hacer análisis químicos, habitualmente gravimétrico. En abril de 1803 le escribe al ministro Soler diciendo que no ha podido fabricar crisoles “sea que este metal no esté suficientemente depurado todavía o sea en fin que los operarios de quienes me he valido para esto no hayan tenido la destreza que se requiere”.

Para que vea los defectos, le remite 4 crisoles fabricados y le pide que ordene al director del Laboratorio de la Platina le fabrique 3 o 4 crisoles con tapa para ver si el problema es del metal o de los operarios. En agosto de 1805 responde Cabezas que solo remite un crisol pequeño por falta de fondos para purificar platina y por enfermedad de sus operarios.

Además, ofrece, siempre que lo page, ceder a Proust un crisol de platino grande que no le hace falta, que pesa trece onzas y media y que costó su hechura 140 reales.

El trabajo de Proust sobre la platina dio como resultado varias publicaciones, entre las cuales, la que recoge más ampliamente su metodología de trabajo y los resultados obtenidos es la que apareció en 1799 en los Anales de Historia Natural de Madrid.

En este artículo Proust describe tanto la composición de las arenas que acompañan a la platina como el método para separarlas, y cuantifica la cantidad de oro (~10%) que aún contienen las muestras tras el proceso de amalgamación al que fueron sometidas en origen; conviene recordar que la platina era el subproducto de la explotación del oro en el Virreinato de Nueva Granada.

Entre los resultados presentados, Proust interpreta erróneamente el olor generado durante la calcinación de la platina sobre carbón como procedente de la liberación de ácido sulfúrico concentrado y el residuo resultante tras el ataque de la platina con agua regia como constituido por grafito, a pesar de indicar que dicho residuo es ”no menos pesado que la platina” (téngase en cuenta que mientras que la densidad del platino es 21,4 g/cm3, la del grafito es 2,25 g/cm3).

Granos angulosos de calcopirita encontrados junto con las pepitas de oro y platina.

Proust fue muy criticado en su época por estos errores y, según el Profesor Moreno García, privaron a este eminente químico de la posibilidad de descubrir algunos de los elementos del grupo del platino que se encuentran, bien disueltos, o bien formando minerales discretos incluidos en la aleación Pt-Fe que constituye la platina.

El olor penetrante que desprendía la platina al ser calentada muy probablemente correspondía a la liberación de tetróxido de osmio (OsO4), compuesto muy volátil cuyo característico olor originó el nombre del metal que contiene (la palabra griega osmi significa olor). El polvo negro considerado grafito podría corresponder a una mezcla de iridio y osmio que años después serian descubiertos por Smithson Tennant (1803-1804).

Por otra parte, resulta cuanto menos curioso la importancia que da Proust al contenido en cobre de la platina en la breve nota que, sobre este metal, incluye en su publicación de 1795 en los Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia.

En dicha nota indica que todas las muestras examinadas contienen cobre y explica el método para eliminarlo, junto con el hierro. Sin embargo, mientras que el hierro representa en torno al 8% del peso total de la platina, el contenido en cobre normalmente está por debajo del 1%.

Durante el examen de las muestras de platina rescatadas del Banco de España en 1983, nos llamó la atención la presencia de cantos angulosos de calcopirita (CuFeS2) en una de ellas. Este mineral es inestable en ambientes ricos en oxígeno tales como los que existen en la superficie terrestre y, por tanto, tendería a alterarse primero y descomponerse después, durante su transporte en las aguas de un río.

Además, el carácter anguloso de los granos, en medio de las pepitas de oro y platina que presentan bordes redondeados por efecto de la abrasión durante el transporte en el río, también contribuía a calificar a esta calcopirita como un componente exótico de las muestras de platina en bruto.

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Puesto que estos fragmentos de calcopirita no pudieron transportarse en el medio fluvial que dio lugar a las arenas con oro y platina ¿cuál podría ser el origen de estos granos exóticos? Si tenemos en cuenta que las muestras han permanecido casi dos siglos sin haber sido tratadas en la caja fuerte del Banco de España (varios inventarios en diferentes épocas dan fe de este hecho), cabe pensar que la composición mineralógica de alguna de ellas debió de ser alterada previamente.

Aunque está claro que cualquier interpretación actual tiene un fuerte componente especulativo, una explicación plausible es que algún empleado de dichos laboratorios se asegurase un sobresueldo extrayendo manualmente las pepitas de oro y sustituyéndolas por fragmentos de calcopirita triturada. Una posibilidad es que dicho empleado fuese Roque Ubón, ayudante de Joaquin Cabezas, quien califica a Ubón de persona de mala fe, insubordinado y orgulloso, en su denuncia de que había purificado por su cuenta platina y la habia llevado a un joyero para hacer alhajas.

¿Pudieron estar estas muestras manipuladas en el origen de los anómalos resultados de algunos de los experimentos de Proust, en los que se pudo sobreestimar la cantidad de cobre y de azufre presentes en la platina?

Ediciones anteriores

Parte I: La Platina, ese nuevo metal incómodo

Parte II: La Platina llega a Europa

Parte III: El Monopolio Real

Parte IV: Naturaleza de la Platina


Los Autores

Fernando Gervilla Linares es catedrático de Mineralogía y Petrología en la Universidad de Granada.
Javier Garcia-Guinea es geólogo mineralogista e investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Luis Fermín Capitán-Vallvey es catedrático de Química Analítica en la Universidad de Granada.