El artículo hablaba sobre la distribución de alta relojería al comercio minorista autorizado. Pero pongámonos en situación centrándonos en Europa: La crisis sanitaria del coronavirus ha obligado al cierre de todos los establecimientos en el continente y también a la cancelación de las ferias donde se presentaban las novedades del año.
Esta realidad ha provocado que las marcas, legítimamente, se vuelquen hacia el canal digital para minimizar el impacto en sus cuentas de resultados y seguir generando el interés del consumidor final. Y no sólo han sido las marcas, sino que eventos como el suizo Watches&Wonders también han realizado un importante esfuerzo promocional para llegar al gran público, mostrándoles sus novedades al mismo tiempo que lo hacían a la prensa y los minoristas.
Este es uno de los primeros cambios más llamativos que ha suscitado el Covid-19, aunque este virus sólo ha precipitado algo que ya llevaba tiempo gestándose. En todo caso si la información antes pasaba, primero por medios de comunicación especializados y minoristas, para posteriormente trasladar las primicias al público general, ahora todos conocen el producto a la vez.
Esta difuminación del canal no sería del todo preocupante si no fuera por el caso concreto al que se refiere el medio británico: Después de la presentación a nivel global de los nuevos modelos de una conocida marca suiza, uno de sus distribuidores minoristas recibe el pedido de un cliente habitual tras enamorarse de una de las novedades presentadas online. Es entonces cuando el comerciante llama al fabricante y ¡Oh sorpresa! la manufactura dice que no puede servirle.
La marca argumenta que han sido tantos los pedidos solicitados por clientes finales a través de su propia página web que hasta no haberlos satisfecho no va a poder hacerle la entrega. Y el minorista se pregunta... ¿Pero a qué estamos jugando? O, mejor dicho, ¿Con qué estamos jugando? Está claro que con el pan del comercio que durante años ha sido el canal fiel del fabricante soportando condiciones en muchos casos al borde de la pleitesía.
Está claro que esta crisis global va a cambiar cosas. Pero ese no parece el mejor camino para conseguir que esos cambios sean para bien.
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