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La alfombra mágica del profeta

La alfombra del Profeta, más conocida como la Alfombra de Perlas de Baroda es probablemente la obra de artesanía más extravagante jamás llevada a cabo

lunes 08 de octubre de 2018, 07:00h
El joyero Gustavo Marinaro vuelve a deleitarnos con un interesante artículo sobre la Historia de la Joyería y esta vez aborda una de las piezas más extrañas jamás realizadas, la llamada Alfombra del Profeta, que se tejió con más de 2 millones de perlas naturales, diamantes y rubíes, a finales del siglo XIX.

Si bien el maharajá Khande Rao Gaeckwar (1828-1870) profesaba el hinduismo, sentía un especial respeto por Islamismo, religión que practicaban gran parte de sus súbditos. En una oportunidad hizo la promesa de crear la más imponente alfombra para cubrir la tumba del profeta Mahoma.

En la época era costumbre depositar piezas de valor en la tumba cuando las oraciones habían sido atendidas. En 1860 se comenzó a tejer y llevaría cinco años terminar esta impresionante pieza, de 2,64 metros de largo por 1,73 metros de ancho.

Sobre una base de piel de ciervo y seda y un diseño inspirado en las alfombras Safavid de Irán y el período mongol de la India, posee densos campos de vid en forma esquemática. Más de 2.000.000 de perlas naturales ––procedentes de Basora–– fueron combinadas con piedras preciosas y cristales coloreados para darles forma.

Más de dos millones de perlas naturales combinadas con piedras preciosas y cristales coloreados dan forma a esta alfombra

La pieza está compuesta por tres rosetas centrales incrustadas con diamantes en talla rosa, soportados con hilos de oro y plata y rodeadas de perlas con un diámetro entre 3 y 4 milímetros que dan lugar al cuerpo; rematado con una greca formada por otras 32 rosetas más pequeñas.

Este tipo de trabajo con antecedentes desde la época sasánida en Irán, comenzó con el rey Khusraw (590 y 628 dC.). De acuerdo con los testimonios, el monarca poseía una enorme alfombra –también con perlas y piedras preciosas– en el Palacio de Ctesifonte.

Esta labor con un cuidado desarrollo de las proporciones matemáticas conllevó el uso de 2.520 diamantes –entre 350 y 400 quilates– más de 1.000 rubíes en talla cabujón y 600 esmeraldas.

Destino incierto

De acuerdo con el testimonio de Sir George Watt (1851-1930) autor del libro El arte de la India en Delhi, botánico y periodista cuando estuvo en la exposición celebrada en 1902, el conjunto estaba formado por cuatro alfombras, tres rectangulares y una circular, a modo de dosel.

Pero Khande Rao murió en 1870 y su deseo no fue cumplido. Se desconoce que sucedió con dos de las alfombras, pues la rectangular y el dosel tendrían un destino muy diferente.

Su sucesor, Pratapsingh Rao y su mujer Sita Devi llevaron consigo las alfombras y las joyas del tesoro a su residencia de Montecarlo. Como propietaria de ambas piezas se dijo que las había conservado en una caja de seguridad en un banco suizo.

Tras su divorcio en 1956 y una vida por encima de sus posibilidades la obligaron de vender parte de sus joyas. Y si bien no es preciso, después de su muerte en 1969 tuvo lugar en 1974, en Mónaco, una subasta privada en la que se vendió.

Lo cierto es que en 1985 reapareció en el Museo Metropolitano de Nueva York en una exposición dedicada a India. Y en 2009, en Doha (Qatar) Sotheby´s anunciaba una subasta de arte islámico que incluía la preciada obra. Un comprador anónimo, que pujaba por teléfono, la adquirió en 5.500.000 dólares.

En el año 2011 la misma firma presentó en subasta el dosel, con motivos similares engarzado con más de 500.000 perlas y gemas.