Como es de imaginar, cuanto más extravagantes fueran los objetos (incluyendo “rarezas” como sangre de dragón, cuernos de unicornio…) más prestigio social obtenían sus propietarios. Estas colecciones se llamaron “cámaras de maravillas”.
Las cámaras de maravillas primero, y posteriormente los gabinetes de curiosidades, consistían en salas en las que se atesoraban colecciones de objetos
En el siglo XVIII comenzó a variar el criterio de selección de esos objetos, por lo que las cámaras de maravillas evolucionaron hacia los gabinetes de curiosidades o gabinetes ilustrados. Ahora se centraban en recopilar piezas de interés científico o que promovieran el conocimiento de la naturaleza. Más adelante, algunas de estas colecciones se reordenarían de forma monográfica, siendo el germen de los museos modernos que conocemos hoy.
En España, el mejor ejemplo de este afán coleccionista lo representa Felipe II. Los objetos que fue recopilando procedían bien de regalos recibidos, o de las expediciones que patrocinó, como la de Francisco Hernández a Nueva España en 1570. Pero hasta 1752 no se constituyó el primer Gabinete de Colecciones de Historia Natural de España, bajo el amparo de Fernando VI. Más tarde, en 1771, sería Carlos III quien diera carta de naturaleza al Real Gabinete de Historia Natural; una de las primeras exposiciones públicas de historia natural no sólo de España, sino del mundo.
En Europa también existieron impresionantes colecciones que, hoy en día, forman parte (y han sido precursoras) de museos importantes. Destaca la de Fernando II de Austria, que ahora forma parte del Museo de Historia del Arte de Viena, al igual que parte de la colección de Rodolfo II de Praga; o la de Sir Hans Sloane, que dio pie a la creación del British Museum, la British Library y el Museo de Historia Natural de Londres.
La colección de Rodolfo II de Praga, Archiduque de Austria y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, no era tan extensa como la que consiguió reunir Fernando II de Austria en el Castillo de Ambras, pero no por ello menos interesante. Su afición por el coleccionismo le llevó a priorizar está ocupación por encima de sus obligaciones militares y políticas.
En los inventarios que se realizaron se describen algunas piezas, como una colección de más de 800 cuadros, otra de bronces, de autómatas y de aparatos científicos, así como joyas. Su colección terminó dispersándose a su muerte, pero parte de ella se puede ver en la Kunstkammer del Museo de Historia del Arte de Viena.