El encuentro, moderado por el director de la firma Misui, Joan Gomis, contó con la presencia de representantes de Facet, del Consejo de Joyería Responsable (RJC), Majoral y la ONG Medicus Mundi Mediterrània que abordaron, desde diferentes perspectivas, los retos que, en materia de sostenibilidad y ética se enfrenta este sector ante la demanda creciente del nuevo consumidor, más sensibilizado en torno a esta cuestión.
Esa es una de las claves, a juicio del director comercial del RJC, John Hall: La aparición de un nuevo tipo de cliente que se preocupa y se pregunta por “lo que hay detrás de aquello que compra” afirma. Tal y como recordó, la joyería no es un artículo de primera necesidad y por ese motivo es necesario darle una narrativa con la máxima transparencia que asegure al cliente que lo que está comprando responde a unos estándares de calidad y de respeto social y ambiental desde su origen.
En esa misma línea apuntó el presidente de Facet, José Miguel Serret, la estrategia actual que la firma está siguiendo con la presentación de su nuevo proyecto, llamado Diamond by Way. Esta iniciativa, pionera en nuestro país, proporciona un ‘DNI’ a los diamantes desde que salen de la mina hasta que se venden al cliente final.
Esta tecnología, que ya aplica la firma, ofrece a los clientes lo que se denomina trazabilidad; es decir, permite saber de dónde se extrajo ese diamante, dónde y quién lo cortó y pulió, qué documentación acredita su origen, así como dónde se seleccionó y se montó antes de llegar al escaparate del establecimiento.
“Se trata de un ejercicio de transparencia” asegura Serret, quien cree que la industria joyera debe mostrar su liderazgo en este ámbito, en un momento de profundos cambios que se están gestando en nuestra sociedad.
La otra fiebre del oro
En otro ámbito completamente diferente pero estrechamente vinculado al sector joyero, el representante de la ONG Medicus Mundi Mediterrània, Iván Zahínos, abordó la problemática vinculada a la extracción de oro en un país como Mozambique, en el que esta organización lleva más de 25 años trabajando sobre el terreno.
Zahínos explicó la situación de la minería artesanal en la región de Cabo Delgado, al norte del país, donde desde hace unos diez años se ha desatado una ‘fiebre del oro’ que ha provocado el abandono de la tradicional agricultura y ganadería por la búsqueda de este metal.
El problema, explicaba, es que las zonas más ricas del país se han arrendado en forma de concesión a multinacionales y empresas locales afines al Gobierno, dejando sólo un 2% de la tierra a los pequeños buscadores de oro que trabajan en condiciones penosas y en un entorno dominado por los abusos, el consumo de estupefacientes, la prostitución y el deterioro de las salud humana y ambiental debido al uso de contaminantes como el mercurio, empleado para amalgamar el oro.
La ONG ha producido un documental, precisamente llamado La Fiebre del Oro, en el que explica de una forma directa y descarnada las condiciones en las que hombres y niños trabajan en esa zona de Mozambique sólo para extraer unos pocos gramos del metal dorado.
Para evitar este tipo de prácticas nació en 2004 en Colombia la Alianza para la Minería Responsable (ARM), que ha permitido que comunidades en ese país, así como en Perú, Honduras y Mongolia, hayan podido constituir cooperativas en las que los asociados trabajan en condiciones de salubridad y seguridad adecuadas a los estándares occidentales, como nos recordó Francesc Picanyol, director comercial de la firma Majoral.
Majoral es la distribuidora en nuestro país del oro con sello Fairmined, un sello que estableció la ARM hace unos años para certificar el metal obtenido bajo estas prácticas y que ya emplean reconocidas marcas como Chopard, a nivel internacional. Galardones destacados como la Espiga de Oro del festival de cine de Cannes, o la medalla del Premio Nobel de la Paz se hacen, desde 2017 también con este oro.