Una pieza con un alto valor histórico y una datación de entre los años 1700 y 1760, que ha pasado por algunas de las principales casas nobiliarias europeas en los últimos 300 años. Y sin embargo, no es realmente una perla.
Se la conoce con el sobrenombre de El león dormido pues su forma barroca recuerda a este felino en plena siesta y con sus 2373 granos (casi 154 gramos) de peso, es la perla natural de agua dulce más grande de la que se tiene constancia. No obstante, según el laboratorio suizo SSEF (que la analizó el año pasado), en realidad no estaríamos ante una perla sino frente a un blíster, en base a la definición técnica de CIBJO.
En pocas palabras, los blister son estructuras que crecen de forma anómala pegadas a la concha del molusco y no siguen el característico crecimiento concéntrico en capas de ‘cebolla’ como las perlas normales o las perlas blíster, sino que van incrementando su tamaño a partir de capas en forma de pliegues. (ver imagen).
Esta forma de desarrollarse hace que sus formas sean caprichosas y además necesitan ser cortadas para poder extraerlas del molusco por lo que su uso, más que para joyería, suele ser decorativo.
Una perla con historia
El primer momento en que se documenta la existencia del León dormido fue en 1778 tras venderse a un comerciante en Amsterdam. Solo un año más tarde se vendió en San Petersburgo (se cuenta que formó parte de la colección de Catalina la Grande).
Desde allí pasó por varias manos y por varios países europeos hasta que finalmente se vendió en Italia al orfebre holandés Lodewijk Willem van Kooten, quien la llevó de vuelta a Amsterdam en 1868, donde permaneció en manos privadas hasta que ayer volvió a cambiar nuevamente de dueño. En este caso, desconocido.