La realidad ha sido otra muy distinta. Ha habido avances extraordinarios en todos los campos pero la herramienta que ha cambiado nuestra vida de manera impensable ha sido internet.
Cualquier negocio, sea de comercio o de servicio necesita del escaparate de la red y todo lo que se pone en un escaparate es susceptible de gustar o no. Antes de ir a un restaurante o reservar habitación en un hotel casi todo el mundo le echa una ojeada a los comentarios en la web de los demás usuarios. Una reseña negativa puede hacer mucha pupa y hay que saber discriminar la pataleta de un pejiguera de la queja razonada y fiable.
Los joyeros en particular hemos de lidiar a veces con reclamaciones un poquito peregrinas. La piedra que se ha roto sola, sin que nadie la haya tocado. El collar de perlas que sólo se ha puesto una vez, para una boda nos aseguran, y nos lo traen con todas las cuentas arañadas. La sortija bollada por arte de magia. Ante casos así el cuerpo nos pide dar respuestas como que busquen en su casa al fantasma patoso que se encarga de romper cosas, que en la próxima boda a la que vaya no termine arrastrándose por los suelos o que cuando se le caiga un anillo procure que nadie le de un pisotón.
Pero es mejor echarse la muleta a la izquierda y tratar de contemporizar no vaya a ser que se nos enfade, se lie a poner comentarios adversos en todos los foros y al día siguiente se nos cambie la cara de modo sonrisa permanente a modo ¡la madre que….!
Enrique Orozco es gemólogo. Socio de AETA y vocal de Comunicación.