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ART&VALUE | ERIKA JUNGLEWITZ

AETA: 'Pongámonos manos a la obra'

jueves 08 de septiembre de 2016, 07:00h

En junio apareció en este Diario el artículo Cada español gasta diez veces menos en joyería que un norteamericano que me llamó enormemente la atención. Lo leí con detenimiento y cuál sería mi sorpresa -o no- que no solo EE.UU, China, India, Japón y Rusia nos ganan con creces en gasto joyero, sino que nos aventajan hasta nuestros vecinos mediterráneos, los italianos en adquisición de joyas, los franceses y ¡ojo! los holandeses en la compra de relojes.

¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué no hemos sabido hacer buen marketing para crear, ya no la necesidad, sino al menos despertar el apetito para comprar una joya? Y no me sirve la excusa de que se gasta el dinero en viajes, porque me consta que los italianos viajan también y mucho.

Tampoco me sirve el argumento del miedo a los robos porque un bolso de Vuitton o de Loewe se roba todavía con más facilidad que una joya. ¿Por qué aceptamos sin más que desde el papel cuché prediquen con insistencia que la verdadera elegancia consiste en no llevar una joya? ¿Por qué no hacemos nada para cambiar esa tendencia?

Los tasadores comprobamos una y otra vez -con pena- que las personas quieren tasar sus joyas heredadas, no para conservarlas, sino simplemente para deshacerse de ellas. Podrían restaurarlas o modernizarlas y llevar con orgullo y cariño ese recuerdo de la tía o de la abuela. Pero no, nos explican que ellos no están acostumbrados a llevar joyas y quieren convertirlas en dinero y no siempre movidos por un imperativo económico.

¿Por qué no somos capaces de dar con un eslogan como el famoso "Un diamante es para siempre" de De Beers, que convirtió a todo un país como Japón en fieles compradores de alianzas sin haber existido jamás esta tradición entre ellos? ¿No sería posible recuperar este mercado perdido por desidia o por falta de unidad y comunicación?

Expliquémosle al consumidor la belleza y elegancia de una joya, apoyemos las joyas de autor, diseños contemporáneos que ante todo interesan al público joven. Expliquemos la diferencia entre joya y bisutería, sin caer en la tentación de venderla como una inversión pura y dura, pero sí haciendo hincapié en el hecho de que siempre les quedará un valor residual, que ninguna bisutería, ningún bolso y ningún zapato les aportará. Descubramos nuevamente el mensaje de una joya, su valor emocional.

Soy por naturaleza optimista y creo que tenemos la capacidad, si no de ponernos por delante, al menos de competir en igualdad de condiciones con el mercado italiano. Al fin y al cabo compartimos una civilización y una idiosincrasia similares.

Despertemos y pongámonos manos a la obra antes de que otros lo hagan por nosotros.

Erika Junglewitz es la presidenta de la Asociación Española de Tasadores de Alhajas.