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OPINIÓN | ENRIQUE OROZCO

Argentinos

jueves 29 de octubre de 2015, 11:35h
Enrique Orozco.
Enrique Orozco.

A lo largo de muchos años de actividad profesional se tropieza uno con todo tipo de personas. Podríamos clasificarlos en tres grandes grupos: los clientes, los proveedores y los colegas. De los clientes me he ocupado alguna vez, todos los que tenemos trato  cara al  público atesoramos  anécdotas para parar un tren.

El mundo del proveedor cuyo brazo armado es el comercial es punto y  aparte. Yo particularmente prefiero  un representante serio  a un tipo chistoso  y con mucho mundo, quiero a alguien que cumpla con su trabajo no al  rey del mambo para una juerga. También me pone nervioso el vendedor martillo pilón, el pesado que insiste una y otra vez y acaba por ser como un ectoplasma que se materializa a poco que te descuides.

Hay gente que da gusto oírlas y otras cuya conversación aburre al manso. Con unos pocos días de diferencia nos han dejado dos personas que, cada uno  a su manera tenían el don de comunicar. Ambos argentinos, menudos, longevos y de los que se podía deducir a tenor de  su apostura y  elegancia un pasado de seductor nato. 

Uno se llamaba René  Lavand, tal vez el mejor  ilusionista del mundo, a pesar de ser manco. Alguien dijo  que más que manco mejor se podría decir que le sobraba una mano. Y además  nos regalaba sus juegos envueltos en el maravilloso papel de regalo de las historias que iba desgranando.

Y el otro el marido de nuestra compañera Mónika, David con quien compartimos algunos viajes. Se queda en nuestro recuerdo las charlas alrededor de una mesa cuando con su hilo de voz y su melodioso acento nos iba enganchando hasta dejarnos con la boca abierta.

A René lo escuché rematar una actuación con un poema de Atahualpa: yo quiero un caballo negro y unas espuelas de plata, para correr tras la vida, que se me escapa… que se me escapa.

Enrique Orozco
es gemólogo. Socio de AETA y vocal de Comunicación.