Milicia

En tiempos de conflictos el escalafón corre que se las pela, en parte  porque se producen ascensos por méritos y en parte porque muchos acaban su carrera en una bolsa de plástico.

En época de paz la cosa va más pausada, e incluso se pueden hacer conjeturas de cuándo alguien dará un saltito  en la lista. Aunque en teoría el método es infalible, cualquier aficionado a la Historia sabe que no siempre las condecoraciones se las colocan a quien merece.

Si pensamos en un gremio como el nuestro podemos conjeturar algunas similitudes con la milicia. Por ejemplo: la antigüedad es un grado, siempre hay que respetar a quien lleva más mili que uno. Están los  profesionales de acrisolada reputación que pueden considerarse como generales con mando en plaza y otros que parecen diplomados en Estado Mayor, expertos en estrategia de despachos y grandes operaciones.

Hay a quien el valor se le supone y hay quien lo tiene acreditado por haber librado feroces combates. Quien te echa una mano desinteresada y sabes que nunca te dejará en la estacada, y quien es capaz de pasarse al enemigo con armas y bagajes. Desaparecidos en combate de los que nunca más se supo y afortunados que cumplido su tiempo de servicio en filas pasan a la reserva, en algunos casos reserva muy activa porque no dejan de aparecer por ferias,  congresos y reuniones añorando tal vez el olor de la pólvora.

Y por último, la  tropa de infantería que libra la batalla cara a cara con el cliente, merecedores de una medalla por estar en la trinchera año tras año recibiendo metralla por todos lados sin que nadie se acuerde de ellos.

Enrique Orozco es gemólogo. Socio de AETA y vocal de Comunicación.