Ante el cliente enterado, el que quiere que le certifiques o le tases una joya y ya te anticipa que el sabe de sobra que es buena, buenísima de la muerte, hay que parar en seco y dejarle clarito, con todos los respetos, que hasta que el informe no esté concluido no podemos presuponer absolutamente nada. Un clásico es el que te trae una carpetilla ya con el peso, el color y la pureza de la piedra que supuestamente contiene.
Ante el que viene metiendo prisas poniéndonos en el aprieto de hacerle un dictamen sobre la marcha no hay que dejarse contagiar por su ansiedad, antes al contrario hay tomárselo con calma y el emplear el tiempo que sea necesario. Ante peticiones delirantes del tipo: yo le digo como es la alhaja y usted me hace la tasación o el típico: no hace falta que lo analice, sólo dígame si es bueno y lo que vale.
Y en general ante cualquier duda técnica lo mejor es abstenerse y pasar la bola recomendando un laboratorio donde tengan los medios adecuados.
Porque puede darse el caso de meter la gamba, nadie está libre de una equivocación, que ese informe le sirva a algún desaprensivo para hacer una trastada, lo pillen y ya saben por la prensa cómo un gemólogo se ha visto implicado en una estafa por un error en un certificado por el que cobró 35 euros.
Enrique Orozco es gemólogo. Socio de AETA y vocal de Comunicación. Pueden encontrar la página Art&Value de la Asociación, en la edición de abril de GOLD&TIME