Si durante una época marchó con desahogo al final a duras penas le dio para vivir. Calificaba el balance económico de cuarenta y tantos años de trabajo con una frase hecha: "Este pan para este queso y este queso para este pan".
No hay más que darse una vuelta por el centro de cualquier ciudad para ver lo que han cambiado las cosas. La mayoría de los comercios han sucumbido a la tentación de las franquicias. Entra usted en una y se encuentra con espacios amplios, buena luz, ambiente aséptico, música moderna, todo a la mano, mostradores mínimos y los dependientes, mayoritariamente chicas, que saben lo justito pero tienen muy buena presencia. Pasan los años y siguen siendo jóvenes y guapas. No sabemos si la empresa les facilita tratamientos de rejuvenecimiento aunque me barrunto que el método sea otro.
También me llama la atención los escaparates. Enormes ventanales a calles principales donde antaño la gente se paraba a curiosear son cegadas por murales donde solo reza la marca, muchas de ellas de nombre difícil de pronunciar, una foto de una modelo, e incluso, una escueta frase en inglés.
Los que no disponemos de escaparates de grandes dimensiones en millas de oro, ni podemos lucir ya cuerpecito serrano delante de la clientela mientras pasamos el plumero por las estanterías, ni tampoco tenemos el chasis en condiciones de estar ocho horas de pie y oyendo música tecno tenemos que ofrecer seriedad, formación, profesionalidad…
En fin, esas cosas que cada día se valoran menos. Por lo menos para ir tirando y que no nos falte el pan y el queso, porque está claro que el chorizo hay que buscarlo ejerciendo otras actividades.
Enrique Orozco es gemólogo. Socio de AETA y vocal de Comunicación.