La mayor parte de los que compran una joya lo hace con la intención de conservarla. Pero los avatares de la vida demuestran que no siempre es así. Unas veces cambios sentimentales, otras crisis económicas y, en ocasiones las particiones de herencias, hacen que algunos decidan venderlas.
Frecuentemente los consumidores se dirigen a su joyero de toda la vida para proponerle un cambio o venta. Y aquí empieza su rompimiento de cabeza. Sus valiosas joyas no son contempladas con el mismo criterio por la persona que las va a comprar: "¿Tiene certificado gemológico?" Lo más frecuente es que la respuesta sea no.
A la hora de valorar una joya con gemas, se va a valorar, entre otros factores, el metal precioso y sus gemas. El precio de los metales esta regulado por el mercado pero... y ¿el de las gemas? Difícil se puede valorar lo que no se conoce. Luego el primer paso será disponer de una completa identificación. Si tuviera certificado gemológico, este paso estaría dado. De ahí la importancia de pedir el certificado correspondiente. El certificado debe especificar el tipo de gema; natural o sintética, sus dimensiones, peso y talla. Si está tratada o no, y especificar el tipo de tratamiento.
Si existen clasificaciones de color y pureza para esa gema, al igual que una descripción de sus inclusiones apreciables. Estas especificaciones en el certificado gemológico le darán un valor añadido a la joya y serán de gran utilidad en el caso de querer venderla.
Y para la confección de un buen certificado es necesario contar con un laboratorio reconocido y que disponga de técnicas analíticas avanzadas.
Miguel Ángel Pellicer es gemólogo y presidente de AGEDA Aragón.
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