Pues nuestro Sector, que ha pasado por las convulsiones del tsunami del desplome en las ventas, por las sacudidas del terremoto económico que se ha llevado por delante, aproximadamente, un 50 % de los puestos de trabajo dependiente que atesoraba, y algo más del 25 % del trabajo autónomo, ha entrado en la etapa del blues: Poco se mueve ya, nada se agita en demasía, ni las esperanzas de mejora a corto plazo, ni la rebeldía contra las estrecheces que nos aherrojan.
Es como si un marasmo se hubiera apoderado del ánimo de los profesionales del Sector; algo así como si nos hubiéramos puesto en voluntaria hibernación, a la espera de que los acontecimientos nos reactiven o nos dejen morir de inanición, pero todo ello viéndolo desde la barrera, cual si fuéramos espectadores de una tragedia que nos entristece, pero no nos toca de cerca.
Nos acercamos al electro encéfalograma plano, a la línea contínua del monitor cardiológico. Las constantes vitales son mínimas, y ya casi no hay respuesta.a ningún estímulo.
Pero tenemos que reaccionar. No porque haya noticias animadoras, ni porque se atisben "brotes verdes", de esos que sólo ven los políticos que viven a nuestra costa. Sino porque es una cuestión de mera supervivencia. Porque nuestro sector tiene detrás de sí una historia rica y luchadora. Y no podemos permitirnos el lujo de dejarnos ir.
Si la crisis quiere llevarnos por delante, mejor que sea mientras peleamos con todas nuestras fuerzas por sacar adelante nuestros negocios, que no son, solamente, los que nos permiten vivir, a nosotros y a nuestras familias, sino gran parte de nuestra vida entera. Frente al blues del joyero, tal vez haya sonado la hora de la carga final de la Caballería Ligera.