Los gaditanos tras sentir el temblor de la tierra que no tuvo grandes consecuencias vieron asombrados como el mar retrocedía cientos de metros para minutos después precipitarse sobre la ciudad en una gigantesca y arrasadora ola.
Dicen las crónicas que el párroco de la iglesia de la Palma, próxima a la Caleta, cogió el estandarte de la Virgen, se fue a la calle, clavó la enseña en el suelo y dirigiéndose a la descomunal ola le espetó: “hasta aquí has llegado, en el nombre de la Virgen te ordeno que te vayas”. Y cuentan que la masa de agua comenzó a retroceder y se volvió mansamente a seguir criando cangrejos.
Más o menos eso es lo que está pasando ahora con los negocios. Las cosas iban tirando a base de trabajar mucho pero no podíamos quejarnos. De buenas a primeras el ambiente se puso raro, las ventas empezaron a bajar, a bajar, a bajar… todo el mundo preocupado y acto seguido se nos ha venido encima un arrollón de subida de impuestos y de aumento de costes y de gastos generales que nos están ahogando cada final de mes. Así pues no es de extrañar que muchos estén pensando en emular al cura de la Palma y el día menos pensado echar la persiana y exclamar: “hasta aquí hemos llegado”.
Porque mucho me temo que para salvar la economía va a ser necesario un milagro del calibre del que, según la leyenda, pasó en Cádiz aquel lejano día. Aunque algún descreído diga que le ayudó mucho a la Virgen el hecho de que las magníficas murallas que rodeaban la ciudad aguantaran el primer envite de las aguas.