Conseguir nuevos diamantes de la tierra significa, en primer lugar, perpetuar la explotación de los espacios y recursos naturales de la Tierra. Las consecuencias más directas de esta actividad son la contaminación de aguas subterráneas o la exposición de nuevos residuos en el terreno, entre otras.
Además del impacto ecológico, esta práctica ha estado históricamente vinculada también a la violación de los Derechos Humanos: a pesar de que las regulaciones de la ONU y algunas otras organizaciones internacionales han dado sus frutos, todavía hoy en día hay países en los que se continúa comerciando con Diamantes de Sangre, piezas obtenidas en zonas de guerra mediante el uso de esclavos o de personas en régimen de semiesclavitud.
Propuestas
Desde Circa, empresa especializada en la comercialización de joyas de segunda mano, se insiste en que "cada diamante que compramos es uno menos que hay que extraer de la tierra" y, por tanto, el reciclaje y la reutilización de piedras preciosas que la empresa fomenta contribuirá a la disminución de las consecuencias negativas que la actividad pueda suponer.
Javier Cunill, CEO de Circa en Europa, afirma que "no tiene sentido continuar explotando los recursos naturales de la tierra cuando millones de personas, que invirtieron su dinero años atrás, tienen piezas olvidadas en su joyero", y añade que el público es la "auténtica mina de diamantes del siglo XXI".