Ante mi estupefacción me razonó las bondades de su cultura. Su padre, con su experiencia y sabiduría era el más indicado para planificarle el futuro. Él se consideraba un afortunado por haber podido elegir una mujer preciosa de su misma casta y en condiciones económicas muy ventajosas. Y lo del amor era algo que vendría luego, con los hijos y los años. Que nosotros con nuestra libertad nos casábamos muy enamorados con quien queríamos para divorciarnos después y arruinarnos emocional y económicamente.
Lo mismo pasó con la profesión. Hijo de pedrero tenía que ser pedrero y está muy contento con su trabajo y su estatus. Le pregunté que hubiera pasado si se hubiera opuesto a las decisiones de su progenitor y me dijo que eso no era posible, que hubiera supuesto ser expulsado de la familia y abandonado a su suerte en un país donde mucha gente se muere de hambre.
Hace unos días charlando con un cliente me comentó que tenía un hijo al que le gustaban mucho los minerales, que durante un tiempo pensó estudiar Geología pero se lo había quitado de la cabeza. Le pondría una cara rara porque me preguntó si conocía algún geólogo que ganara mucho dinero ejerciendo como tal y ante mi negativa me dijo que por eso lo había convencido para que hiciera económicas con lo que tenía más perspectivas de futuro en los tiempos que corren y que él no estaba por gastarse un dineral para formar un parado más.
Me asalta la duda de si la libertad, de la que estábamos tan orgullosos, sea un valor en franco retroceso.
Más información sobre la actualidad de los Tasadores de Alhajas en la página Art&Value de la edición de enero de GOLDTIME.