Abrir la bandeja de correos entrantes cada mañana nos depara la primera tarea, consistente en eliminar todo mensaje no deseado que burlando los controles de antivirus y anti spam se nos han colado: anuncios de telefonía, los de viajes, de vinos, etc, que van del tirón a la papelera. Luego están los que te reenvían amigos y familiares con chistes y cosas curiosas que suelo reservar para cuando queda un rato libre.
También están los que trascienden fronteras, los de caracteres chinos o vaya usted a saber qué idioma y los procedentes de países americanos de habla hispana, reconocibles por su léxico cordial y educado al que ya no estamos acostumbrados por estos pagos donde dar los buenos días parece una pamplina.
Que me llamen caballero, me pidan con educación una información o me den las gracias por mi tiempo me mueve a contestarles en los mismos términos. Porque hay correos en los que ni siquiera sabemos la identidad de quién los envía y por toda firma sólo nos aparece un enviado desde mi iphone o similar, y una jerga con errores de sintaxis y faltas de ortografía que saltan a la vista como pedradas.
Y están los de antología del disparate. Algunos me ha correspondido su respuesta como vocal de Comunicación de AETA y nos han llegado desde una persona que quería vender una piedra que decía perteneció a Julio Cesar, hasta un comunicante que quería tasar lo que creía eran unas esmeraldas y aportaba como dato concluyente que eran unos cristalitos verdes que había encontrado en la playa. (Textualmente, en una paradísiaca…)
Enrique Orozco es gemólogo. Socio de AETA y vocal de Comunicación.
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