www.goldandtime.org

Las consecuencias de un confinamiento prolongado

viernes 17 de abril de 2020, 07:00h
Además del criterio epidemiológico y económico, la salud mental debe ser otra variable a tener en cuenta para relajar el confinamiento
Las consecuencias de un confinamiento prolongado

«El aspecto de la vida en mayúsculas es una variable que ahora, junto con la salud y la economía, resulta fundamental», afirma José Ramón Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad Oberta de Cataluña. «Ya estamos empezando a sufrir las consecuencias de lo que es el confinamiento y todo el mundo, desde la señora de sesenta años hasta el niño de ocho, siente frustración, ganas de salir, ansia por ver a su familia… Eso también afecta a la salud; a la física, pero también a la mental», advierte el psicólogo.

Aunque cada uno afronta el confinamiento de distinta forma dependiendo de sus circunstancias, en todos los casos significa salir de nuestra zona de confort. Y una de sus consecuencias es que genera angustia. Como explica Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, «el estado natural de las personas es la libertad, y esta es la situación a la que todos queremos regresar.

Somos seres sociales, de acción, de vida exterior». Al mismo tiempo, somos conscientes de que estamos confinados por el riesgo vital que sufrimos, por lo que «es natural vivir con frustración el aumento del tiempo de confinamiento; recibimos los mensajes de "aún no lo estamos consiguiendo" y "aún no regresaré a mi normalidad"», afirma la profesora de la UOC.

Por esa razón, ante la disyuntiva de si es preferible alargar el confinamiento o interrumpirlo aun sabiendo que deberá imponerse de nuevo en caso de un rebrote, la respuesta no es simple. En cualquier caso, según el psicólogo José Ramón Ubieto, deben tenerse en cuenta las tres variables fundamentales. «El criterio epidemiológico único y exclusivo no sirve, y el económico tampoco, porque la economía necesita a las personas, y las necesita con salud», señala.

Relajamiento progresivo

En esta situación, las medidas dirigidas a un relajamiento del confinamiento que incluyan propuestas progresivas que puedan consolidarse son la opción que, en opinión de José Ramón Ubieto, acabará imponiéndose. Se trataría de una solución intermedia que evitaría los problemas causados por una apertura antes de tiempo.

¿Por qué entonces siguen poniéndose fechas, incluso aunque sepamos que no son definitivas? Una revisión de estudios publicada en The Lancet ofrece una respuesta. Según esta investigación, para las personas confinadas cada anuncio de aumento del tiempo de cuarentena provoca frustración o desmoralización, pero no poner ningún límite en el calendario a esa cuarentena tiene efectos aún más perjudiciales.

Y es que, como explica Mireia Cabero, poner una fecha límite, aunque sepamos que no tiene por qué ser definitiva, nos ayuda «porque el cerebro se relaciona mejor con estados no deseados que tienen fecha de caducidad que ante la incertidumbre sin límite. Aumenta su capacidad de llenar este tiempo limitado de intenciones y esfuerzos», señala.

Mientras tanto, afrontar de la mejor manera posible el encierro requiere algunas acciones, entre las que la profesora destaca las siguientes:

  • Ser conscientes de cómo nos está afectando el confinamiento interiormente (cómo nos sentimos, qué pensamientos y sensaciones nos produce, qué actitudes y comportamientos nos genera, cómo está nuestro cuerpo…).
  • Dar sentido a lo que está sucediendo como sociedad e individualmente.
  • Aceptar lo que nos está ocurriendo para dejar de luchar contra las circunstancias y generarnos circunstancias que nos sean favorables aceptando el reto vital ante el que estamos.
  • Decidir para qué queremos que nos sirva este tiempo de vida y a qué queremos dedicar este periodo de «parada obligatoria». Aunque estemos más parados, la vida sigue corriendo y depende de nosotros lo que hacemos con ella.
  • Disponernos a vivir con sentido y voluntad esta nueva «normalidad», que tiene fecha de caducidad aunque aún no la conozcamos.