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La identificación de gemas y el trípode gemolológico

lunes 10 de junio de 2019, 07:00h
M.A. Pellicer.
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M.A. Pellicer.

Por Miguel Ángel Pellicer | Desde nuestros comienzos en el mundo de las gemas, la principal meta ha sido indentificar la piedra que tenemos en nuestras manos. Después, saber si es natural o sintética y, en el caso de ser natural, si está tratada o no (tamibén es interesante saber si existe también un tratamiento -o no- en una gema sintética). Más tarde nos ha llamado la atención su valor económico. Es decir, su tasación y algo que va intimamente ligado a su tasación: ¿cuál es su procedencia geográfica?

En la gemología del siglo XX, la identificación se basaba en el llamado Trípode Gemológico: el refractómetro, el espectroscopio y el microscopio.

El refractómetro nos daba y nos sigue dando, un dato primordial para la identificación: ¿Cuál es el valor del índice, o los índices de refracción de una gema determinada?, y no nos olividemos de su birrefringencia cuando la hay. Tienen una gran limitación que es el límite superior de la medición de estos valores, ya que sólo llega a 1,80.

No podemos conocer los índices de las gemas con una refracción superior a este valor. Hay que reconocer que existen otros métodos para poder medir índices de refracción más altos, pero no con este importante miembro del trípode gemológico que es el refractómetro.

El espectroscopio de mano nos daba y nos sigue dando el espectro de absorción de las gemas en el visible. Sólo hay que interpretar las posiciones de las líneas y bandas de absorción en el espectro visible.

Además, se puede emplear tanto en gemas desmontadas como montadas. Tiene la limitación de que, si la gema no tiene una buena saturación de color, es espectro no es muy fácil de apreciar para un ojo que no esté muy acostumbrado a observación de este tipo de espectros.

El microscopio gemológico, con la posibilidad de trabajar en campo oscuro y en campo claro y en tres dimensiones y diferentes tipos de iluminaciones complementarias, nos da una amplia información del mundo externo de la gema (como es el acabado de su talla, su dureza, su conservación y limpieza…) y, lo que es más importante, su mundo interno. Sus inclusiones, sus defectos cristalinos debidos normalmente a su crecimiento.

De esta manera se puede incluso individualizar una gema. Pero en muchos casos nuestra gema a analizar está completamente limpia, lo cual es ya de por sí una pista.

Los nuevos materiales sintéticos y los tratamientos en muchas ocasiones no son detectados por este maravilloso e imprescindible trípode gemológico y es necesario aplicar otros instrumentos mucho más sofisticados y de mayor costo para poder resolver las dudas razonables que nuestro trípode gemológico no hace, aunque en ocasiones nos lo apunte.

Estamos en la gemología del siglo XXI.

Miguel Ángel Pellicer es el presidente de la Asociación Gemológica AGEDA Aragón.