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Lapidación y pulido de gemas: una profesión de 'riesgo'

jueves 22 de septiembre de 2016, 07:00h
El diamante es la gema más dura que se conoce pero al mismo tiempo belleza y fragilidad van de la mano y en ocasiones ocurren accidentes indeseables en procesos como su corte y pulido, así como en el engaste. Una piedra excepcional (y cara) puede convertirse en un terrible dolor de cabeza para quienes tienen la tarea de sacar el máximo partido a la gema.

Un ejemplo nos lo trae la Fundación para la Investigación de las Gemas Fancy (FCRF en sus siglas en inglés), con sede en Tel Aviv. El excepcional diamante en bruto de 16,56 quilates de la imagen inferior se compró en una subasta en Rusia, en julio de 2016. La piedra tenía una fuerte saturación amarilla y se esperaba que alcanzase los 9,5 quilates en talla cojín, con una claridad VS después de su manufactura.

Antes de iniciar su procesamiento la piedra fue analizada buscando cualquier tensión o fractura interna que pudiese tener, pero los resultados mostraron que era seguro trabajarla. Hay dos razones por las que una piedra se examina antes de su corte.

La primera viene por la necesidad de que el laboratorio de corte y pulido suscriba una póliza de seguros para evitar problemas legales ante cualquier incidencia. Y la compañía de seguros también lo necesita para determinar el riesgo de asegurar la piedra, y con ello la prima.

La segunda razón es que las piedras que muestran una alta tensión interna necesitan, en ocasiones, ser planificadas de forma diferente y no suelen ser tratadas mediante corte láser. In la mayoría de los casos un diamante en bruto se suele cortar en dos partes, una más grande que otra, con el fin de obtener la más pequeña del vértice del octaedro y así aumentar el rendimiento de la gema, según explican desde la FCRF.

Así pues, la gema analizada se cortó en dos partes mediante láser con un óptimo resultado, como muestra la imagen.

El siguiente paso era pulir el trozo mayor

En un momento dado, mientras la piedra estaba firmemente sujeta, el cortador se dedicó a trabajar con el disco de pulir para formar las facetas de la corona. Una tarea minuciosa no exenta de responsabilidad y presión, a sabiendas de que esta piedra costaba casi un millón de dólares. A cada momento el cortador comprobaba con la lupa el resultado del pulido.

Pero después de unos pocos repasos el lapidario, con decenas de años de experiencia, vio con espanto cómo, sin previo aviso ni sonido alguno, la gema se había fragmentado internamente por completo.

“Sé que es difícil de entender, pero uno se siente como si un paciente tuyo se muere en el quirófano en una intervención de lo más simple. Hacer la llamada al propietario y contarle lo sucedido es aún peor”, afirma el lapidario.

“Nadie sabe porqué una piedra de baja tensión interna se fragmenta en la rueda”. Es un misterio que además no tiene vuelta atrás. “Si rompemos una porcelana china se puede pegar. Si rajas un lienzo de Rembrandt se puede restaurar. Pero si rompes una gema no hay forma de reparar el daño”, reitera.

¿Qué hacemos ahora?

Llegados a este punto la única solución para ‘salvar’ algo de la inversión consiste en partir la piedra por la fractura e intentar sacar nuevas piezas del máximo tamaño posible. Como ocurrió en la gema en cuestión.

Lo malo es que, en los diamantes fancy, a menor tamaño peor color. La razón de esto reside en que en una piedra pequeña las ondas de luz encuentran menos moléculas de nitrógeno de las que habría en otra más grande. Y esto produce que el color que vemos sea mucho más débil.

Así, el propietario acabó sufriendo una doble pérdida: primero de tamaño y después de calidad de la piedra debido a su peor color. De una piedra de 16,56 quilates de la que se esperaban 9,5 finales, el resultado final fue de dos gemas de 2 y 3 quilates, de apenas una décima parte del valor de su inversión.