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SUBASTA DE RELOJES Y CAJAS AUTÓMATAS EN NUEVA YORK

Los caprichos reales del ‘ladrón de Egipto’

miércoles 20 de julio de 2016, 07:00h
La casa Sotheby's de Nueva York cerró el pasado junio una subasta muy curiosa en la que las estrellas fueron los mecanismos autómatas del siglo XIX. La pieza más deseada fue una caja 'mágica' que perteneció al último rey de Egipto.

En total se recaudaron más de 11,7 millones de dólares (cerca de 4 millones sólo con las cajas) y después de venderse el 87% de los lotes: 210 piezas.

La más llamativa de esas cajas musicales fue precisamente la que alcanzó la nada desdeñable cantidad de 1,2 millones de dólares en la subasta, aunque no superó los 2,5 millones de la horquilla estimada. Se le denomina la 'caja mágica' y es obra de dos fabricantes suizos llamados Piguet y Meylan que la realizaron en Ginebra en torno al año 1820.

El mecanismo está realizado en oro de cuatro colores y cuenta con elegantes esmaltados pero sus mayores peculiariedades son su sonido, articulado por la figura de un joven con lira; y aún más las diez 'respuestas' a cuestiones existenciales que automáticamente proporciona el mago presente en la caja.

Esta peculiar pieza fue propiedad de Faruk, el último rey de Egipto que reinó de 1937 hasta 1952, cuando fue derrocado tras el golpe de estado de Nasser. Sin embargo Faruk no llegó nunca a reinar de facto, sino que prefirió dedicar su vida a dilapidar la fortuna del Estado y era conocido en las principales capitales europeas por sus gustos caros y estrambóticos.

Además sufría de cierta cleptomanía y según algunos historiadores tenía la manía de robar pequeños objetos a los dignatarios extranjeros. Esa actitud se sumaba a su querencia dea dejar importantes deudas en los establecimientos joyeros y relojeros de medio mundo, por lo que se le conocía con el sobrenombre del 'Ladrón de Egipto'.

Exiliado en Italia y posteriormente en Mónaco, Faruk falleció víctima de un ataque cardíaco y de sus propios excesos mientras comía en un restaurante de Ille de France. Cayó redondo sobre las viandas que le habían servido aquella noche. Tenía 45 años y pesaba más de 140 kilos. El finado mantenía así la tradición familiar que instauró su abuelo Ismael, quien murió abruptamente después de beberse de un trago dos botellas de champán.