Los dos principales grupos rebeldes del país se benefician de una amplia actividad ilícita con el comercio de oro y diamantes, robándolos directamente de las minas para venderlos después a intermediarios. El informe que presenta esta ONG muestra que sólo el tráfico con diamantes les reporta anualmente entre 4 y 6 millones de dólares. Una cantidad suficiente en Centroáfrica para sostener a sus huestes y mantener sus áreas de poder.
Según los datos de este estudio, el columen total de tráfico de diamantes en el país ascendió a 39 millones de dólares en 2014 y sólo en el primer trimestre de este año ya habría alcanzado los 12,9 millones. La mayor parte de estos diamantes y del oro pasan de contrabando a países vecinos como Camerún, República Democrática del Congo y Sudán, desde donde entran al mercado internacional.
Otra cantidad menor iría, según la organización, a manos de los exportadores locales que cuentan actualmente con un stock de unos 8 millones de dólares, a la espera de que el Proceso Kimberley levante, previsiblemente, el embargo en el país.
Más medidas de control
Cómo regular este negocio es una tarea compleja, según la ONG, aunque sí propone una serie de medidas para tratar de frenar esta escalada y que no se convierta en un problema de magnitud mundial, como sucedió a finales de los años 90. Y eso, a pesar de que, tanto la ONU, como la Unión Europea y Francia (antigua potencia colonial) tienen desplegados a casi 12.000 'cascos azules' desde mayo de 2014 para apoyar al Gobierno del país.
Estas fuerzas de intervención ya han mantenido combates con los grupos rebeldes, pero aún no controlan la mayoría de minas en el país, ya que gran parte de ellas son pequeñas explotaciones artesanas. Precisamente estas medidas pasarían por un mayor esfuerzo por parte de los cascos azules en las zonas de extracción y también un aumento del control del Proceso Kimberley sobre las empresas exportadoras.
Según algunas fuentes el Proceso Kimberley tendría previsto levantar este embargo durante este año, pero desde la ONG advierte que, "sin un equipo multidisplinar sobre el terreno que aporte datos creíbles sobre el proceso de extracción, los diamantes de sangre volverán nuevamente a los escaparates de las joyerías". Si es que no lo están haciendo ya.