Quiero decir que nuestro Sector afronta, pintando nuestras mejillas con los colores de aborígenes guerreros de las verdes praderas de Norteamérica (vulgo, indios), la dura batalla de las Navidades, en las que depositamos nuestras esperanzas y de las que solemos salir, cada año, un poco más desencantados.
Pero luego, en enero, llegan las Ferias, antesala de la nueva esperanza de San Valentín, casi siempre también fallida y, de repente, nos dejamos caer durante dos meses más, alegando que si la Semana Santa, que si los Puentes del Trabajo y los Santos y Vírgenes locales, sin que apenas nos despierte de nuestro sesteo profesional, la llegada del antiguamente tan importante Día de la Madre.
Por supuesto, con la que está cayendo para los más jóvenes que, si encuentran trabajo es, por pocos días, a punto de alcanzar la edad de jubilación, ya me dirán cuáles de ellos tienen posibles para regalarle a Mami "una joyita".
Y luego, a esperar el verano, que es tiempo de holganza y nulo negocio, que ya llegará Septiembre y empezará el nuevo año, con una nueva Feria, nuevos proyectos y productos y, de nuevo, a preparar la campaña navideña.
La rueda del tiempo habrá girado, una vez más, y es posible que ni siquiera seamos conscientes de que uno de los efectos más perniciosos de la crisis es, precisamente, el sumirnos en un marasmo del que ya solo salimos para las ocasiones "extraordinarias", olvidando que la de Joyero o Relojero son - eran - profesiones de una vida entera, de un día a día comprometido, y no una actividad meramente "de temporada" como la venta de pirulíes en Semana Santa, helados en verano, o castañas en Navidades.
Fernando Yandiola es abogado y director de Yandiola & Rodríguez, Asesores Empresariales, S.L.