Yo voy a la óptica a que me cambien los cristales de las gafas. Cuando mi sobrino de un balonazo se cargó el cristal de una ventana llamé a la cristalería para que me mandaran a un cristalero que arreglara el entuerto y le dije al crío que no tocara los cristales que se iba a cortar.
La literatura está plagada de ejemplos: sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro, que escribía Juan Ramón Jiménez. Películas: la jungla de cristal, la noche de los cristales rotos… localidades como Mar de Cristal, etc. Son batallas perdidas las que se libran contra corriente de la evolución de la lengua, por mucho que estemos cargados de razón.
Swarovski, como otros fabricantes aprovechan la tendencia del idioma para asimilar cristal con su marca, pura mercadotecnia. Sin ir más lejos aquí tenemos desde el siglo XVIII la Real Fábrica de Cristales de la Granja, incluso el RAE la pone como ejemplo en la segunda acepción de cristal: vidrio de alta calidad. No se puede decir que un vidrio, de una u otra marca, sea mejor ni peor que un cristal de roca, sencillamente son cosas diferentes.
Lo que no quita para poner nuestro granito de arena, por oral y por escrito, marcando bien las diferencias, aunque a veces tengamos la sensación de estar predicando en el desierto. Yo me conformaría con que todo el que esté detrás del mostrador de una joyería supiera distinguir y explicar de manera clara y cristalina la diferencia entre natural y artificial.
Enrique Orozco es gemólogo. Socio de AETA y vocal de Comunicación.