Me puse a hacer gráficos con valores de bolsa: el petróleo, los bancos, las eléctricas… la biblia en pasta. No estaba en mi ánimo especular sino más bien conseguir precios ventajosos en el metal para que mi actividad empresarial pudiera ser más competitiva. Recuerdo que se lo conté a un joyero amigo, ya mayor, y con una sonrisa socarrona me dijo: “puesto a arruinarme yo prefiero ir al casino y jugar a la ruleta, es más divertido”.
Cuando hace unos años se nos apareció, no la niña de Rajoy ni las de Zapatero, sino la niña del exorcista arrojándonos a la cara la palabra crisis dentro de un espumarajo verde, la gente empezó a cambiar ladrillos por lingotes de metal y en cada esquina florecía una compra venta de oro con rótulos amarillos que pagaba más que nadie.
Me veía en un brete cuando alguien me pedía mi opinión sobre tan curioso fenómeno y siempre respondía que más tarde o más temprano aquello también pincharía, por la sencilla razón de que nadie tiene una mina de oro en su terraza y en cuanto variara la tendencia al alza los inversores se darían patadas en el trasero huyendo hacia otro mercado.
Pero pasaban los meses y no cambiaba nada. Incluso se abrían más y joyeros me comentaban que era la única manera de hacer algo de caja. Hasta que ha empezado el baile, y el oro y la plata han dado un bandazo a la baja.
¿Seguirá bajando?, ¿volverá a subir?, ¿quién sabe? Yo, que ya estoy curado de espanto y se me va retorciendo el colmillo digo ahora como mi viejo amigo: ¡hagan juego señores!
Enrique Orozco es vocal de Comunicación de la Asociación Española de Tasadores de Alhajas.