Crímenes, asesinatos, atracos, estafas, corrupciones, accidentes y cuantos sucesos descaradamente extremos sucedían en nuestro país, encontraban su acomodo en las páginas de El Caso. Pues bien, ¿alguno de ustedes aún no ha oido comentar que la historia de la humanidad se reinventa de contínuo?
No sé si se han percatado de que, tras años de dirigirnos a nuestros negocios, cada día con menos clientes y ventas, y con más deudas e impuestos, hemos tornado a los alegres meses que siguieron al 11 de Mayo de 1952, en que se alumbró tan dicharachero diario.
No llego a discernir si se trata de que en la actual situación de ruina y decadencia económica las excrecencias podridas brotan como los líquenes y los hongos en los detritus, o si la cuestión es que nos han llevado a un punto en que nos reconforta desayunarnos comprobando, como en la vieja fábula del "Cuentan de un sabio que un día...", que siempre hay casos más tristes, más desalentadores, y más sórdidos.
No hay día que los diarios, semanarios y noticiarios no amanezcan trufados de detenidos, sospechosos o investigados por corrupción (las más de las veces políticos corruptos, o corruptores de políticos). ¡Y hay veces en que, incluso, nos hacen cierta gracia!
Pero háganme un favor: ¡despierten!. Esos graciosos, tan nuestros, son los que aprueban los impuestos que, por un lado pagan su simpático modus vivendi, a la vez que esquilman nuestros negocios y destruyen nuestros trabajos. ¡Buenos días!. ¡El Caso ha renacido!