La guerra ya se ha desatado y el campo de batalla se encuentra en las campañas de promoción, en los medios de comunicación, en los foros, en los establecimientos, en las canteras, en los laboratorios... Y todo apunta a que, por el momento, va a ser un conflicto sin cuartel en pro de la supervivencia de dos formas diferentes de entender la joyeria: diamantes naturales Vs sintéticos. Al menos mientras no se encuentren
Más allá de la épica literaria, lo cierto es que las grandes empresas mineras y los productores de diamantes sintéticos están cada vez más enfrentados en el competitivo mercado de la joyería con diamantes. El último conflicto lo pudimos leer en un editorial del empresario Martin Rappaport, que desgranaba toda su artillería en un alegato contra los diamantes sintéticos.
Rappaport pide a Leonardo Di Caprio que abandone su inversión en diamantes sintéticos
El diamantero escribe al conocido actor Leonardo di Caprio una carta en la que muestra su malestar por la inversión millonaria que el actor ha realizado en un laboratorio fabricante de diamantes sintéticos ubicado en California. En su misiva, Rappaport le insta a que lleve a cabo dos acciones: la primera, que deje de invertir su fortuna en la producción de sintéticos alegando que son más 'éticos' que los naturales; y la segunda, que utilizase su fama internacional para seguir concienciando al público y a las empresas exportadoras de que aún queda pendiente mucho por hacer para que se elimine definitivamente del mercado los llamados ‘diamantes de sangre’.
Y es que, aunque los conflictos abiertos en algunos de los principales países productores de África mantienen un perfil bajo, o prácticamente han desaparecido ––al menos de la primera línea de los informativos internacionales–– aún sigue existiendo otra forma de violencia en la producción de diamantes, en muchos casos controlada por mafias y grupos armados locales.
Rappaport también dedicaba en su editorial una crítica a los comerciantes que son, en última instancia, los que finalmente tendrán que comprar y ‘prescribir’, los diamantes sintéticos al cliente final. El empresario señalaba la nula validez intrínseca de los diamantes fabricados por el hombre. Esto es, si tenemos en cuenta que la producción no va a hacer más que aumentar, ¿Cómo podremos valorar el diamante sintético? A su juicio, el cliente se sentirá engañado en el futuro puesto que los precios que se pagan hoy ––en torno a un 35%-40% menos que los diamantes naturales–– serán aún menores cuando el mercado esté inundado por este tipo de diamantes de laboratorio.
Otro de los argumentos es la legitimidad que esgrimen los fabricantes de diamantes sintéticos respecto a la ‘ética’ de mercado de este tipo de gemas, y a su nulo efecto medioambiental. Pues bien, desde las empresas mineras el sentir general es que con esos argumentos también se está engañando al cliente final, puesto que, a su juicio, no existe nada más ético que seguir manteniendo un negocio ––el de los naturales–– que sostiene la raquítica economía de siete millones de personas en el mundo, según datos del Consejo Mundial del Diamante.
Y, por otro lado, ¿Cuál es la postura de los fabricantes de diamantes sintéticos? En primer lugar existen informes que exponen la caducidad de las cuencas productivas. Es decir, si el año pasado la producción de diamantes en bruto se situó en torno a los 135 millones de quilates, algunos expertos vaticinan que, de aquí a 2030 la producción de diamantes naturales caerá hasta los 14 millones de quilates, teniendo en cuenta la lentitud en encontrar nuevas fuentes y los crecientes costes de explotación.
Esto exigirá aumentar la producción de diamantes sintéticos para satisfacer una demanda que seguirá al alza en el futuro, imposible de satisfacer con las actuales fuentes naturales. Por otro lado, la recién creada Asociación de Productores de Diamantes Sintéticos pone en valor la ‘naturalidad’ de sus diamantes de cara al público final.
Es decir, si tenemos en cuenta que lo único que diferencia a los diamantes sintéticos de los naturales es la forma en la que se han producido, ¿Qué hay que ocultar?, se preguntan. Y van más allá, denominando a sus productos como ‘cultivados’ en lugar de sintéticos (una palabra que causa repulsa y desagrado tanto a vendedores como al cliente final).
El término 'cultivado' choca de lleno con las definiciones oficiales de CIBJO e ISO
Pero es que además este planteamiento choca de lleno con las definiciones ofrecidas por la Confederación Internacional de Joyería (CIBJO) y también con la más reciente ISO 18323, que subrayan que este tipo de diamantes en ningún caso pueden denominarse ‘cultivados’ ‘reales’.. etc, ya que supone una perversión del lenguaje con ánimo de confundir a los clientes.
La definición es correcta pero también es cierto que esas definiciones se llevaron a cabo sin el consenso de los fabricantes de diamantes sintéticos, que tampoco forman parte de CIBJO, según argumentan los fabricantes de diamantes sintéticos.
Alea jacta est, que dijo César al cruzar el Rubicón. Sin duda nos encontramos ante un momento estructural de importancia vital para el mercado del diamante y de la joyería que dará mucho que hablar y consensuar hasta que se llegue a un equilibrio adecuado entre ambas partes, como de hecho ya ocurre con la producción de otras gemas sintéticas.