"El cambio climático en las zonas de permafrost conduce a la liberación de grandes cantidades de metano y dióxido de carbono, reduce la estabilidad del suelo y crea riesgos para la infraestructura", según cita el diario ruso Vedomosti.
Y es que las temperaturas árticas han aumentado entre tres y cuatro veces la tasa global promedio en los últimos 20 años, lo que provoca que el suelo congelado se vuelva inestable y prácticamente imposible de operar.
La firma más afectada sería la minera pública Alrosa, pero también las reservas de níquel y buena parte del paladio (en torno al 30%) también sufrirían por la creciente subida de temperaturas.
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