Pero deseo hacerlo dejando una cierta separación entre la magnificencia del acto, y el verdadero contenido - a mi juicio - del mismo. Y no por desmerecer la importancia de glosar - como bien se merece - la brillantez del acto público consistente en la Cena de Gala que conmemoró el evento. Sino porque a nadie se le oculta que tales actos siempre tienen un cierto poso de autocomplacencia,, una suerte de "¡mecachis qué buenos somos, que hemos llegado tan lejos...!".
Pero, tras el entorno maravilloso del sitio donde tuvo lugar el acto, tras el fantástico cocktail inicial, la magnífica cena, los discursos, los brindis, y los homenajes a quienes han conformado, a lo largo de dos décadas, la columna vertebral de esta publicación - fuera como parte de la noticia o como parte de sus noticieros - había algo que, para quien, como yo, únicamente forma parte de la "periferia" del Sector, llamaba poderosamente la atención.
En efecto, al pasear la mirada por el salón donde avanzaba la celebración, no se podía por menos que recorrer los rostros de los asistentes, y dejar volar el pensamiento hacia atrás, hasta comprender que todos ellos - todos - han sido los compañeros de un "viaje" profesional a lo largo del cual hemos compartido con ellos sus cuitas, sus miedos, sus decepciones y sus alegrías profesionales.
Que los conocemos como si fueran nuestra propia familia. Que el reflejo del paso de dos décadas, que advertimos en sus rostros (y que ellos ven en el nuestro), queda atemperado por el hecho de que el íntimo contacto que hemos mantenido, ha supuesto que apenas nos apercibamos de los cambios en su aspecto.
Y que, sentados con nosotros, sin verlos, se sentía la presencia de los que nos dejaron - Pepe Arquero, Antonio Negueruela, José Nicolau, y tantos otros - pero que son parte de nuestro mundo, y lo seguiran siendo para siempre.
Fernando Yandiola es abogado y director de Yandiola & Rodríguez, Asesores Empresariales, S.L.