Cerca de la ciudad de Mzimba, al norte de Malawi, hay un vasto cráter excavado a mano con herramientas rudimentarias. Los mineros ganan 1,5 dólares al día por 'recortar' el cuarzo rosa de 'sol a sol' y viven durante meses en campamentos improvisados hechos con ramas y plástico. Sin saneamiento. Pese a todo, la mina es un ejemplo del tipo de empresa que puede ayudar a reducir los altos índices de pobreza del país africano.
En estas minas, la mayoría artesanales, un equipo de cuatro hombres ocupa seis meses para extraer unas 28 toneladas de cuarzo rosa, que se vende por alrededor de 10.000 kwachas (30 dólares) por tonelada, según la agencia de noticias IRIN, que trabaja para la ONU a través de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios.
Unos precios irrisorios por tonelada, ya que en algunos portales de compraventa de gemas de Estados Unidos se ofrece menos de medio kilo por 8,95 dólares, portes incluidos. La tonelada sale a unos 19.700 dólares. Sin embargo, el principal mercado donde van a parar estas gemas es Asia.
El cuarzo rosa se 'venera' en países como China donde se le llama la 'piedra del amor', suponiéndole cualidades curativas y también se compra para otros usos menos esotéricos, como componente para fabricar pinturas cosméticas.
Debido a esta creciente demanda los pequeños productores buscan soluciones para aumentar los márgenes de beneficio, que acaban disparándose en manos de comisionistas, intermediarios y especuladores.
Isaac Gondwe, comerciante de piedras y presidente del Centro de Comercialización de la Piedra Preciosa afirma que los pequeños mineros no tienen poder para fijar los precios de las gemas. De hecho, también es un problema de formación, puesto que la mayoría no sabe nisiquiera el valor en el mercado de las piedras que vende.