Las tres piezas pertenecieron a Carlos IX, que reinó brevemente desde 1604 hasta su muerte en 1611 y formaban parte de su ajuar funerario, aunque posteriormente se exhumaron para ser exhibidas en la catedral como patrimonio de la Corona sueca. Las alhajas están hechas en oro y decoradas con perlas y otras gemas. Según los medios suecos su valor estimado ronda los 6 millones de euros.
Los hechos ocurrieron en pleno día y con decenas de visitantes en el entorno de la catedral: Dos individuos salieron de la iglesia con una bolsa, se montaron en una bicicleta, y después llegaron al puerto de la ciudad donde cogieron una pequeña lancha para desaparecer entre las innumerables rías de la zona, según los testigos.
El incidente pone de manifiesto la escasa seguridad para proteger este tipo de bienes, también en Suecia. Al parecer, las piezas estaban únicamente custodiadas en unas vitrinas de cristal expuestas al público que los ladrones abrieron o rompieron –eso no está claro— sin que nadie hiciera nada por evitarlo.
