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Usos incorrectos y contradicciones en algunos términos empleados en el mundo de las gemas

lunes 04 de febrero de 2019, 07:00h
Usos incorrectos y contradicciones en algunos términos empleados en el mundo de las gemas
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Por José Manuel Rubio | En el mundo de las piedras preciosas, igual que en otros ámbitos, se utilizan algunos términos comprensibles únicamente entre los individuos que forman parte de él y que, a menudo, suelen resultar crípticos para el público en general. La mayor parte de las veces resulta casi inevitable porque muchos de los conceptos que esas palabras significan escapan a la compresión de las personas que no están involucradas en el entorno en el que se emplean.
A la derecha el esquema de la esmeralda rellena con resina epoxy. Podríamos decir que ha sido sometida a un tratamiento importante de relleno de fracturas.
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A la derecha el esquema de la esmeralda rellena con resina epoxy. Podríamos decir que ha sido sometida a un tratamiento importante de relleno de fracturas.

Pero, a estas alturas, prácticamente todos estamos de acuerdo en que un consumidor final bien informado mediante un lenguaje claro, sencillo e inteligible repercute favorablemente en el sector. De la misma manera que cualquier término destinado a disfrazar u ocultar las características de una gema constituye un ardid comercial inaceptable desde el punto de vista ético y comercial.

En la práctica diaria vemos algunas veces lo difícil que es utilizar una nomenclatura estandarizada que facilite el proceso de transparencia que acabamos de mencionar. Ejemplos hay muchos, pongamos un par de los más conocidos. Muchas esmeraldas con fracturas o fisuras son sometidas a un tratamiento que consiste en rellenar dichas imperfecciones con un material que las disimula, algún tipo de aceite o resina, tanto natural como artificial.


Cualquier término destinado a disfrazar u ocultar las características de una gema constituye un ardid comercial inaceptable desde el punto de vista ético y comercial


Es una manipulación, diferente al proceso de talla, con la que se altera el estado natural en el que la gema se encontró y, por tanto, debería darse a conocer en cualquier transacción o trámite que implique al ejemplar indicando sin ambigüedades que el ejemplar ha sido tratado.

Pero, en realidad, no siempre es exactamente así. Si repasamos algunos informes emitidos por laboratorios de alcance internacional veremos que existen discrepancias entre ellos. Por ejemplo, algunas veces en lugar de la palabra tratamiento se emplea la palabra "modificación".

Además, en estos casos algunos laboratorios hacen más hincapié en el tipo de relleno que en la cantidad, aunque la tendencia general parece que va convergiendo hacia indicar la cantidad o intensidad del relleno mediante el empleo de los términos: insignificante, moderado, importante (en inglés, minor, moderate, significant) quizá acompañado de indicadores alfanuméricos como F1, F2, F3. ñ

Estas tendencias parecen fluctuar en el tiempo en función de no se sabe bien qué factores. ¿Quizá la presión de los productores? ¿Las posibilidades técnicas para identificar concluyentemente la sustancia empleada? En fin, la cuestión es muy compleja y cambiante.

Las turmalinas verde-azules de Nigeria y Mozambique que deben su color al cobre y manganeso también son frecuentemente motivo de controversias. En este caso sobre la aplicación correcta de la denominación Turmalina de Paraíba.

Los productores brasileños suelen quejarse de que esta denominación debería ser empleada solo para gemas procedentes de Paraíba (Brasil). Y, si repasamos la normativa CIBJO tal y como viene expresada en The Gemstone Book (2015), punto 4.2.3 parece que debería ser así porque dice: "El nombre de zonas geográficas solo deberá usarse cuando denota la zona en la que la gema ha sido extraída de la mina o encontrada (lugar de origen)."

Así pues, si nos atenemos a la literalidad en este punto de la normativa CIBJO, ninguna turmalina que no proceda de Paraíba puede recibir este calificativo. Sin embargo, el mismo organismo, en el mismo texto, Anexo D, acepta como nombre comercial Turmalina de Paraíba para la variedad de turmalina verde-azul que debe su color al cobre, sin mencionar su origen. ¿En qué quedamos? Parece que por un lado dice una cosa y por otro otra.


Se echa de menos una organización en España que aglutine a los diversos agentes involucrados que sugiera o recomiende los términos preferibles en cada caso


Al hilo de este ejemplo, el Laboratory Manual Harmonisation Committee (LMHC), organización formada por importantes laboratorios gemológicos que pretende encontrar un lenguaje gemológico estandarizado, afirma que las turmalinas color verde-azul pueden denominarse Turmalinas de Paraíba en el comercio con independencia de su origen.

Los dos ejemplos previos ilustran la incertidumbre que existe en torno a determinados aspectos que obstaculizan una nomenclatura gemológica estandarizada. No obstante, tengamos presente que ciertas discrepancias entre los certificados o informes emitidos por diferentes laboratorios tampoco implica necesariamente que unos sean más exactos o veraces que otros, suele ser reflejo de lo complicado o, incluso, subjetivo que puede llegar a ser.

Y no hemos hablado de los problemas de traducción. A diferencia de los vocablos procedentes de las nuevas tecnologías que se refieren a conceptos que no existían anteriormente, por ejemplo, email o chatear, que han sido asimilados y normativizados, en nuestro caso debemos traducir términos a partir, casi siempre, del inglés que se refieren a conceptos más o menos técnicos pero que ya existían desde hace tiempo.

Por eso, se echa de menos una organización en España que aglutine a los diversos agentes involucrados que sugiera o recomiende los términos preferibles en cada caso. Es importante porque, al final, clarificar, o simplificar las palabras que empleamos en el mundo de las gemas repercutirá en una mayor seguridad del consumidor lo que, a la postre, es un beneficio para todos.